Exposiciones
La obra invitada
Finalizada
13-01-2015 • 13-04-2015
Sin título
Nexo Galeria
La primera convocatoria de 2015 del programa La Obra Invitada, patrocinado por la Fundación Banco Santander, presenta en el museo una pieza de la artista Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956), una de las más reconocidas escultoras del panorama internacional. Pertenece a la Colección Banco Santander y está fechada en 1990. Como en otras propuestas de la artista, la luz es aquí un componente fundamental, favorecido por las especiales características del material empleado. El alabastro, traslúcido y delicado, recoge y proyecta la luminosidad del exterior para crear un lugar sutil. Precisamente por ello, la pieza no se exhibe dentro de las salas del museo sino en el espacio acristalado del nexo de unión entre el edificio antiguo y el contemporáneo, que recibe la necesaria luz natural para potenciar las cualidades expresivas de esta obra de generosas dimensiones (90 x 198 x 80 cm).
Tras iniciar estudios de Ciencias Químicas en su ciudad natal, y dibujo y cerámica en Barcelona, Cristina Iglesias se trasladó a Londres para continuar su formación artística en la Chelsea School of Art (1980-1982). A su vuelta comenzó una fulgurante carrera como escultora que le llevó a recibir, en 1999, el Premio Nacional de Artes Plásticas. Ha participado en los más prestigiosos certámenes internacionales y ha expuesto en el pabellón español en las ediciones de 1986 y 1993 de la Bienal de Venecia. También ha recibido numerosos encargos públicos, como la obra Puerta-Umbral (2006-2007), que sirve de acceso a la ampliación de Moneo para el Museo del Prado; Brújula de medianoche, para la sede del Parlamento Vasco en Vitoria (2008); o la reciente instalación Tres aguas en Toledo, con ocasión de la conmemoración (2014) del cuarto centenario de la muerte de El Greco. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía le dedicó en 2013 una gran retrospectiva titulada Cristina Iglesias: Metonimia.
Desde sus trabajos iniciales con hormigón o resina hasta las celosías, techos suspendidos y fuentes en los que trabaja en la actualidad, Iglesias ha creado una producción artística –esculturas, instalaciones e intervenciones en espacios naturales y urbanos– de gran personalidad, atenta tanto a las características físicas de los componentes de sus obras como a otras cualidades inmateriales, como la luz o el espacio. Cada detalle está meticulosamente pensado, dibujado y ejecutado, en un proceso creativo en el que interesan la textura, el peso o el color del hierro, el cemento, el zinc, el cristal, el alabastro, la madera o el agua, pero también la manera en que la corporeidad de las obras, a menudo voluminosas, ocupa y actúa sobre el espacio.
En la trayectoria de Cristina Iglesias se superponen arquitectura y naturaleza, incorporando enseñanzas teóricas del arte barroco, el land art, el minimalismo o el arte islámico, aunque sin referencias explícitas. De este modo, la artista ha creado una poética propia que involucra al espectador ofreciéndole espacios de pausa o tránsito, o como en este caso refugios efímeros fugazmente delimitados por la luz.
En esta escultura, Cristina Iglesias utiliza un elemento arquitectónico y funcional: un tejadillo curvado que, desde el plano de la pared, avanza hasta el lugar donde se sitúa el espectador. Crea un ámbito en el que éste puede adentrarse, mirar hacia arriba y percibir la luz a través de las placas de alabastro. Este movimiento hacia el interior de la escultura y la experiencia que pueda derivarse de ella es algo buscado por la artista cuando afirma que quiere “construir un lugar donde la experiencia de estar allí sea significativa”. Cristina Iglesias propone espacios que hagan posible experimentar emociones. Estas piezas adosadas a la pared rompen la tradicional disposición de la escultura como “estatua”, como un cuerpo macizo vertical sobre un pedestal, que puede rodearse. Con estas obras, en cambio, la escultura se sitúa en un lugar descentrado, en los márgenes de una sala; se constituyen como formas sin masa, flotantes y luminosas, como en otros proyectos en los que la artista realiza marquesinas o techos enteros suspendidos en el vacío.
Desde sus primeras creaciones en los años ochenta, Cristina Iglesias busca esos espacios en el margen con piezas de cemento y hierro colgadas o apoyadas en el muro. Más adelante amplía el tamaño y construye esculturas que tienen mucho de arquitectura, pero conservando una escala humana. Trabaja con diversos materiales: tapices, cristal, cemento, hierro, aluminio, serigrafía, alabastro… buscando con ellos vías diversas para materializar sus ideas, hallar colores y texturas, proporcionar a las formas un fuerte sentido táctil. El alabastro, solo o asociado al cemento, caracterizará muchas de sus obras de los años noventa. Es material luminoso, cuya traslucidez fue utilizada en las iglesias románicas más antiguas en pequeñas ventanas abiertas en los gruesos muros. Una luz tenue traspasa esta escultura que es al mismo tiempo, y paradójicamente, cubierta protectora y membrana ligera, con sus veteados, su belleza y su fragilidad.
Texto: Carmen Bernárdez
Profesora Titular del Departamento de Arte Contemporáneo de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid
Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956)
Sin título. 1990
Alabastro. 90 x 198 x 80 cm
Colección Banco Santander
Contenidos de la exposición: Sin título
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