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Desde el Renacimiento se ha utilizado el mismo principio –la perspectiva geométrica– tanto para concebir el espacio como para representarlo. Arquitectura y fotografía comparten esa herramienta y, ahora también, la crisis del sistema de pensamiento al que dio lugar: el racionalismo. 

La perspectiva permitía pasar de lo tridimensional a las dos dimensiones, pero también ejecutar el proceso contrario: construir en tres dimensiones lo que había sido concebido sobre el papel. Y eso introduce, con el ritmo temporal que requiere la arquitectura, el diseño las ciudades, o parte de ellas, de forma completamente distinta a la tradicional, que solía ser la agrupación aleatoria de construcciones en torno a un elemento central y adaptándose a la orografía. 

La aparición de la fotografía podría considerarse como la culminación de la idea que subyace en el método de la perspectiva, y si lo llevamos más lejos, el primer signo de ruptura en esa idea de un orden general de las cosas que propugna el racionalismo. Desde la segunda mitad del XIX, la evolución del pensamiento y el conocimiento científico han ido sustituyendo la idea de orden por la de caos y aleatoriedad, un fenómeno que se aprecia en la renuncia a las grandes planificaciones, sustituidas por intervenciones puntuales interconectadas, y por la mirada de los fotógrafos, más interesados por los intersticios de ese orden que por las visiones modernistas de lo sublime tecnológico.