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18-06-21
Presentación «Juan de Echevarría 1875-1931. Biografía y Catálogo razonado»
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El Museo de Bellas Artes de Bilbao reivindica una de las publicaciones fundamentales para la historia del arte el catálogo razonado mediante la presentación del volumen titulado Juan de Echevarría 1875-1931. Biografía y Catálogo razonado, Modulando la vibración del color, que la historiadora Verónica Mendieta sobrina-nieta del pintor ha dedicado a uno de los más reconocidos artistas del arte vasco.
Tras el hito para el conocimiento que sobre este pintor supuso la exposición monográfica Juan de Echevarría que se presentó en 2004 primero en la Fundación Mapfre (Madrid) y después en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, quien fue también su responsable científica, Verónica Mendieta, publica ahora su biografía completa y el catálogo razonadode su obra en un volumen que se constituye en referencia ineludible para el conocimiento y estudio de este destacado artista nacido en Bilbao.
En este contexto conviene subrayar que el catálogo razonado es una publicación propia de los estudios de historia del arte, una herramienta imprescindible para abordar monográficamente el conocimiento de un artista. Habitualmente recoge de forma exhaustiva la trayectoria artístico-biográfica, la producción artística completa y diversos apéndices documentales con bibliografía o recepción crítica, entre otros. Reúne, pues, el legado creativo de un autor.
Juan de Echevarría (Bilbao, 1875Madrid, 1931) es uno de los artistas más importantes del panorama artístico español anterior a la Guerra Civil. Su estilo se corresponde con el expresionismo fauve, heredero del legado de Goya o El Greco en la fuerza emocional de las figuras, y del ideario de Matisse en la búsqueda de la expresión a través del color. Con los años Echevarría alcanzó un estilo distintivo de refinado cromatismo que centró su interes temático en los géneros del retrato como sus conocidas series de gitanos y la galería dedicada a los literatos de la Generación del 98, la naturaleza muerta y el paisaje.
El libro que ahora se publica incluye la biografía del pintor y la catalogación pormenorizada de toda su producción pinturas y dibujos, conformando, de este modo, el más completo estudio publicado sobre el artista, y a cuya elaboración Verónica Mendieta ha dedicado dos décadas de documentación e investigación.
Acompañando la presentación de la publicación, el museo de Bilbao que junto con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía posee una de las colecciones más representativas de Echevarría presenta una selección de obras emblemáticas en la producción del pintor en la sala U (urdin/azul), color en cuyo uso, elegante y expresivo, Echevarría fue un reconocido maestro.
Juan de Echevarría
Juan de Echevarría Zuricalday nació en Bilbao en 1875 en una familia perteneciente a la alta burguesía. Su educación, que discurrió entre Francia, Inglaterra, Bélgica y Alemania, estuvo dirigida a incorporarse a la importante empresa siderúrgica familiar "Sociedad Federico de Echevarría e hijos S.C.".
Pero en 1902, la repentina muerte de su madre provocó un giro en su vida; abandonó la actividad empresarial y se centró en la pintura, su verdadera vocación. Comenzó entonces a asistir a las clases del pintor Manuel Losada que años más tarde sería primer director del Museo de Bellas Artes de Bilbao y se relacionó con Adolfo Guiard, Francisco Iturrino y Darío de Regoyos, más interesados en la vanguardia.
Al año siguiente se estableció en París y allí descubrió la pintura de Paul Cézanne, Vincent Van Gogh y Paul Gauguin, cuyo profundo impacto hizo que recondujera su trabajo siguiendo los postulados postimpresionistas. Conoció también la pintura de Matisse, con quien compartió su profundo estudio de las relaciones tonales en la composición y su forma lenta de acometer el cuadro, a través de su amigo Iturrino.
Se matriculó entonces en la Académie Julian y comenzó a frecuentar el taller de Francisco Durrio, un personaje fundamental que actuó como cicerone de los artistas vascos en París y mostró a Echevarría su colección de pinturas de Paul Gauguin. Siguiendo el consejo de Durrio de concurrir a los Salones de Otoño de París, presentó su obra en los de 1911 y 1912, en donde recibió excelentes reseñas, especialmente por parte del poeta y crítico Guillaume Apollinaire. A pesar de su estancia parisina, Echevarría no perdió el contacto con el arte vasco y participó activamente en la fundación, en Bilbao en 1911, de la Asociación de Artistas Vascos y en sus exposiciones y actividades.
De este modo, pronto consiguió Echevarría introducirse en el círculo de artistas españoles afincados en la capital francesa, entre los que se encontraban, además de Durrio y de su amigo Iturrino, Pablo Picasso, Ignacio Zuloaga, Joaquim Sunyer, Hermen Anglada-Camarasa y Daniel Vázquez Díaz.
Son ilustrativas en ese sentido las palabras de Verónica Mendieta en su prólogo al libro: «Echevarría pertenece a la generación de los pioneros, de destacados pintores que regresaron a su país a comienzos de siglo, después de nutrirse en la capital francesa con las primeras tendencias surgidas en el umbral del arte contemporáneo».
Con el estallido de la I Guerra Mundial, el pintor regresó a España y se estableció en Granada, donde retrató a sus emblemáticas gitanas, que reflejan la influencia de Gauguin. Después, se trasladó a Ávila, tierra castellana encumbrada por la Generación del 98, en la que comenzó a usar una característica paleta fría de azules y violetas, reflejo de su íntima visión de Castilla, que denominaría «armonías en tono menor».
En 1916 celebró sus primeras exposiciones individuales en la Asociación de Artistas Vascos de Bilbao y, meses más tarde, en el Ateneo de Madrid. Dos años después, en 1918, se instaló definitivamente con su familia en Madrid, donde participó en las tertulias de la revista España, recién fundada por José Ortega y Gasset. En 1919 participaría en la trascendente Primera Exposición Internacional de Pintura y Escultura de Bilbao con una sala individual en donde presentó los óleos de tipos de Ávila, Serrano (1916)y El paria castellano (1917), que obtuvieron gran elogio por parte de la crítica.
A partir de entonces cultivaría el retrato con sus modelos habituales, sus amigos escritores de la Generación del 98, y la naturaleza muerta, géneros que se convertirían en sus preferidos. Dentro de la galería de retratos destacan los de Azorín, Pío Baroja, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu o José María Salaverría, así como los de sus familiares. En las elegantes naturalezas muertas provistas de jarrones de cerámica, flores, fruteros, libros y estampas, a menudo orientales, se ponen de manifiesto los profundos conocimientos de composición y el acertado uso del color de Echevarría.
A principios de los años veinte pasó largas temporadas estivales en la finca de su cuñado en Oiartzun (Gipuzkoa), en la que pintó distintas vistas panorámicas de su jardín. También estuvo en la pequeña localidad de Pampliega (Burgos), donde trazó sus luminosos campos y sus espléndidos Corros de gitanos en tonalidades cálidas.
La muestra individual en la sala de los Amigos del Arte (1923) que meses después viajaría a Bilbao supuso la consagración de Echevarría en Madrid. Ramón del Valle-Inclán le dedicó en el catálogo una «Glosa literaria» y Eugenio dŽOrs la calificó como el inicio del interés por el arte nuevo. Al final de la exposición se organizó en la capital un banquete homenaje, presidido por los escritores Ramiro de Maeztu y Enrique Díez-Canedo. Al día siguiente, el pintor Gabriel García Maroto propuso la creación de una sociedad de artistas españoles que reuniese por primera vez a la vanguardia española en una gran muestra, dando, así, origen a la Sociedad de Artistas Ibéricos (1925). El crítico Manuel Abril junto a los pintores Echevarría, Daniel Vázquez Díaz, Cristóbal Ruiz, Victorio Macho y Gabriel García Maroto formaron el comité organizador del Salón de Artistas Ibéricos, que determinó las directrices de la primera exposición de arte contemporáneo español.
A partir de 1927 viajó en diversas ocasiones a Hendaya para visitar y retratar a su amigo el escritor y filósofo Miguel de Unamuno, que permanecía voluntariamente exiliado en esa localidad francesa.
Desde el comienzo de su vida de artista Echevarría acostumbraba a tocar el piano antes de ponerse delante del lienzo. Hombre culto y sensible, mantuvo siempre una gran actividad artística e intelectual comprometida con la modernización de la pintura española que animó escribiendo diversos artículos acerca de la situación artística y cultural del país. En 1931 formó parte de la Junta Provisional del Museo Nacional de Arte Moderno, pero ese mismo año y con tan solo 56 años, falleció en su casa de Madrid a causa de un ataque cardiaco.
A su muerte, el director del Museo de Arte Moderno de Madrid, el prestigioso historiador Enrique Lafuente Ferrari, decidió la adquisición de un importante conjunto de cuadros para ese museo con el propósito de montar la sala Juan de Echevarría. Después, los museos de Bellas Artes de Bilbao y Álava adquirirían también destacadas obras de su trayectoria, que hoy en día forman parte importante de sus respectivas colecciones.
Más información en www.juanechevarria.com
Juan de Echevarría 1875-1931. Biografía y Catálogo razonado
Modulando la vibración del color
Verónica Mendieta Echevarría
La autora del libro presenta un recorrido cronológico y transversal por Juan de Echevarría, de modo que su lectura no está únicamente dirigida a interesados en el pintor o especialistas en la materia, sino que amplía los radios hacia un público mayor. Nos introduce en la realidad vital del autor mediante referencias epistolares y documentales. Además, lo sitúa debidamente en su coyuntura artística y social, datos muy atractivos si se tiene en cuenta que se movió entre el País Vasco y el París de principios del siglo XX. De esta manera, el relato biográfico aumenta su interés y se trufa de referencias de otros autores singulares para la historia del arte vasco como Losada, Iturrino o Durrio, cuya relevancia ha sido poco celebrada fuera de sus límites.
El relato nos lleva además por las calles del Casco Viejo bilbaíno y por el viejo Montmartre parisino, concretamente de la Butte, cuya bohemia ayudó a construir artistas como Echevarría desde 1903. Las anécdotas de la vida en los cafés se compaginan hábilmente con las participaciones en los salones parisinos o en exposiciones de Arte Moderno, en las que el pintor estuvo presente desde su vuelta al hogar en 1913. Ya en la capital vizcaína formó parte de la creación de la Asociación de Artistas Vascos y es aquí cuando nace su creciente interés por los paisajes de Castilla, así como por las escenas de la localidad costera de Ondarroa, lugares estos que ya habían cautivado a toda una generación de pintores desde Zuloaga a los Zubiaurre, y que también marcaron la obra de Echevarría (junto con sus escenas granadinas). La década de 1920, que pasó principalmente en Madrid, se aborda en detalle. Este periodo viene marcado no solo por sus obras o exposiciones, sino también por su participación en la Sociedad de Artistas Ibéricos, su labor como crítico y, en especial, las relaciones que mantuvo fundamentalmente con la Generación del 98.
El estudio biográfico, coral y lleno de ramificaciones, da paso a un bloque que justifica la posición de Echevarría en el arte español del siglo. Después, analiza con detalle los géneros pictóricos y las obras indispensables de su producción: el retrato, las naturalezas muertas, el paisaje o los tipos de Granada y Pampliega. Sin duda, este estudio continúa una senda histórica desarrollada en el País Vasco de rigurosos estudios monográficos, tanto de catálogos de exposiciones como de monografías. Debería ser tenido en cuenta como ejemplo para aquellas publicaciones que tengan como objetivo abordar una biografía artística y un catálogo razonado.
Javier Novo González
Coordinador de Conservación e Investigación
Museo de Bellas Artes de Bilbao