Un bohemio (Retrato de Pablo Uranga) - Museo de Bellas Artes de Bilbao

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Un bohemio (Retrato de Pablo Uranga)

Zuloaga, Ignacio

Eibar, Gipuzkoa, 26/07/1870 - Madrid, 31/10/1945

Carboncillo sobre cartulina

62,8 x 29,7 cm

Igo. Zuloaga (ángulo inferior derecho)

1892

Final de siglo XIX

82/2053

Legado de don Guillermo Col Irazábal en 1976

Pablo Uranga llegó a París en 1889 llamado por uno de sus mejores amigos durante los años pasados en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid: el escultor Paco Durrio. Allí conocieron a otro artista en ciernes, vasco también, llegado a la ciudad ese mismo año tras una estancia en Roma: Ignacio Zuloaga. Ocho meses le habían bastado para saber que lo que allí se pintaba no estaba en el camino que quería tomar. Los tres habitaron y crearon en aquel París de bohemia retratado por Santiago Rusiñol en sus Impresiones de arte. La amistad entre ellos se fraguó entonces, y permaneció, con algunos altibajos, durante el resto de sus vidas.

Los dos dibujos que aquí presentamos, ejecutados con veintiocho años de diferencia, son el testimonio del gran afecto que unió a Uranga y Zuloaga, compañeros inseparables en infinidad de experiencias vitales y artísticas. El dibujado en 1892 es también el primero de los retratos que de Uranga realizó Zuloaga. Firmado y fechado en París, nos muestra a un taciturno Uranga, apenas superada la treintena, ataviado como un perfecto bohemio: gabán, pañuelo al cuello, barba y guedejas que asoman bajo la boina. En la línea, la disposición del modelo y la ausencia de referencias espaciales se puede establecer una clara relación con los dibujos de Ramón Casas, otro de sus compañeros en París.

Este retrato debió de ejecutarlo en el invierno de 1892, antes de pasar una temporada con su familia en Eibar, de donde regresó a París a mediados de marzo. ¿Lo dejó entonces en Bilbao? Es posible, pues en mayo se mencionaba que iba a ser reproducido en el diario El Nervión: "Hay en París un bohemio de Elgueta, bohemio de Elgueta, sí, no me retracto; cuyos perfiles podrán verse en EL NERVIÓN dentro de algunos días. Dibujo de Zuloaga, una maravilla (...)".

No obstante, la anunciada aparición del dibujo en sus páginas se demoró todavía más de medio año, y no se produjo en uno de sus números diarios, sino en el almanaque que de forma especial editó para agradecer la fidelidad de sus suscriptores en el segundo aniversario de su fundación. El titulado El libro de El Nervión contenía textos de Ricardo Becerro de Bengoa, Juan Arzadun, Óscar Rochelt y Miguel de Unamuno, entre otros, además de una portada dibujada por Anselmo Guinea, con un angulero como motivo central. El retrato de Uranga se reprodujo con la inscripción "Tipo parisién. Un bohemio"; esto es, el bohemio de Elgueta. No es el único dibujo que Zuloaga hizo de su amigo en estos años, pues existe al menos otro (colección particular) en el que Uranga se muestra también de cuerpo entero, aunque con un fondo en el que vemos parte de su taller. Y tampoco es el único que se empleó para la ilustración. En 1894, otro sirvió a Santiago Rusiñol para ilustrar las líneas dedicadas al pintor vitoriano en uno de sus artículos para La Vanguardia de Barcelona, que tres años después recopilaría en Impresiones de arte.

Únicamente conocemos otro retrato ejecutado entre estos primeros y el recientemente adquirido por el Museo, el que en 1905 le pintó al óleo, y de tamaño natural, durante una estancia en Segovia (Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana). Por tanto, el siguiente, y a la luz de los conocidos, sería el presente carboncillo, que en 1920 le dedicó cariñosamente en Zumaia. La inscripción "dibujado en el lecho del dolor" obedece a que Zuloaga lo realizó durante la convalecencia de una enfermedad sufrida en el verano de aquel año. Según Lafuente Ferrari, "su fiel Uranga le hizo compañía durante su dolencia, y con esta ocasión y en la cama, hizo Zuloaga a su viejo amigo uno de esos buenos retratos en sólo dibujo".

En la obra destacan ya las características propias del dibujo maduro de Zuloaga, en el que la línea trazada con soltura da lugar a un dibujo vigoroso. El artista concede toda la importancia a la figura, mientras el fondo, una vista de la ría de Zumaia desde la casa Santiago-Echea, permanece apenas esbozado. Y así, un Uranga concentrado en trasladar al papel, por medio de la pluma, algo que ha merecido su atención -tal vez el convaleciente Zuloaga-, se nos muestra en una pose buscada para dotar a la imagen de atemporalidad, de una idea de permanencia.

Posteriores, de hacia 1929, son otros tres retratos de Uranga a carboncillo, y un nuevo óleo en el que aparece pintando paleta en mano (Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía, Madrid). (Mikel Lertxundi Galiana,)

Bibliografía seleccionada

  • Bengoechea, Javier de. Catálogo de arte moderno y contemporáneo del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Bilbao, Banco de Vizcaya, 1980. p. 174. (Con el título Un artista).
  • Últimas décadas del siglo XIX-primera mitad del siglo XX : de Cézanne a Léger : colección Museo de Bellas Artes de Bilbao [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2009. pp. 118-121, n° cat. 46.