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Junto a su amplia producción religiosa, siempre ajustada al tono neobarroco que se impuso en los años del reinado de Alfonso XII y durante la Regencia de su viuda, María Cristina de Habsburgo, Alejandro Ferrant es autor de cierto caudal de escenas anecdóticas ambientadas en iglesias, sacristías y otros variados ámbitos religiosos, que gozaron de gran popularidad por esos mismos años. Ferrant, realizó esta producción de pequeño formato para satisfacer la demanda del mercado alto-burgués. Argumentos como el de este cuadro, que lanzan una mirada relativamente irónica sobre las regalías clericales y la secularización de los ambientes religiosos, desbordaron el mercado de las últimas décadas del siglo XIX, llegando a caracterizar en buena medida el gusto artístico alfonsino más conservador, junto con la pintura de asuntos militares contemporáneos.

En 1892 Ferrant presentó a la Exposición Nacional de ese año siete lienzos, entre los que se encontraba el que hoy se guarda en Bilbao. En efecto, a finales de diciembre de 1892 esta obra cobró cierta notoriedad al ser reproducida como portada del último número del año de La Ilustración Española y Americana; ello permite identificar la pintura vasca con plena seguridad con la presentada por Ferrant a dicho certamen. Dos años más tarde fue exhibida de nuevo, esta vez en la Exposición Artística de Bilbao, fuera de concurso, y ofrecida a la venta por tres mil pesetas. Pasó entonces a ser propiedad del consistorio bilbaíno, que en 1913 la depositó en el museo de la ciudad.

El travieso monaguillo protagonista vuelve la cabeza hacia la puerta de la sacristía para comprobar que está a solas y que puede beber del vino dulce de las vinajeras litúrgicas sin ser visto. En su posición, que le ha llevado a dejar apartado a un lado del sillón el misal para concentrarse en su inocente fechoría, reside toda la gracia anecdótica del argumento. Sin duda la indulgente ternura que provocaba en sus espectadores esta travesura era el mayor aliciente de la obra. Si, por su extraordinaria habilidad para la acuarela, a Ferrant podría considerársele como un inmediato seguidor de Mariano Fortuny (1838-1874) en esa técnica, en estas pinturas de pequeño formato la ejecución es bien distinta a la del maestro catalán y más bien puede apreciarse la influencia de la pincelada robusta y destrabada de la obra final de Eduardo Rosales (1836-1873), que ejerció sobre él un gran peso formal. En este lienzo, es perceptible la huella del pintor madrileño en el modelado de la figura que protagoniza la composición, así como en la luz blanca que señala tenuemente al protagonista. Las telas de su hábito, blanco y rojo, concentran teatralmente la iluminación y así su presencia se destaca con contundencia frente a un fondo en el que la pared está descrita con pinceladas vibrantes y artificiales de tonos verdes y rosados. Sobre el muro, además, están definidos sumariamente los detalles con los que el pintor caracterizó el espacio: el aguamanil y la toalla, las oraciones preparatorias y las llaves del sacristán ausente bajo su bonete, que apenas se distinguen detrás de la puerta, determinan el ámbito en el que transcurre la escena. [Carlos G. Navarro]

Bibliografía seleccionada

• Exposición Internacional de Bellas Artes [Cat. exp.]. Madrid, Establecimiento Tipográfico de R. Álvarez, 1892. p. 60, n° cat. 344.
• Catálogo de la Exposición Artística de Bilbao : agosto 1894 [Cat. exp.]. Bilbao, Imprenta Provincial, 1894. p. 96, n° cat. 94.
• "Bellas Artes", La Ilustración Española y Americana, n° VIII. 28 de febrero de 1913. p. 1, il.
• Lasterra, Crisanto de. Museo de Bellas Artes de Bilbao : catálogo descriptivo : sección de arte antiguo. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 1969. p. 42, n° cat. 93. (Con el título Mosquito de sacristía, y atribuido a Alejandro Ferrant Fischerman)
• De Goya a Gauguin : el siglo XIX en el Museo de Bellas Artes de Bilbao [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2008. pp. 300-302, n° cat. 55.