Actualidad
09-11-21
Gonzalo Chillida
Exposición
El Instituto Cervantes y Acción Cultural Española (AC/E) han organizado junto con Etxepare Euskal Institutua y el Museo de Bellas Artes de Bilbao la exposición Gonzalo Chillida, que se presenta hoy martes 9 de noviembre, y hasta el 5 de marzo de 2022, en el Instituto Cervantes de París para, a continuación, emprender su itinerancia internacional en las sedes del instituto en Roma (marzo/junio,2022) y Tokio (julio/octubre, 2023), y finalizar su itinerancia, ya 2023, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Comisariada por Alicia Chillida, historiadora del arte y comisaria independiente, e hija del artista; la exposición recopila un conjunto de 34 pinturas, 10 litografías y unas 180 fotografías y fotocollages representativo del quehacer artístico de Gonzalo Chillida (San Sebastián, 1926-2008).
Las obras proceden de la familia y de otras colecciones particulares y públicas -San Telmo Museoa y Colección Kutxa de San Sebastián, Museo de Bellas Artes de Bilbao y Fundación Juan March de Madrid- y comprenden una cronología que va desde 1950 hasta 2007, un año antes del fallecimiento del artista.
En la exposición se ha incluido, además, la proyección de La idea del Norte, dirigida en 2016 por Alicia Chillida y Benito Macías. La película, de 40 minutos de duración, profundiza en el proceso creativo del pintor y en su capacidad de observación de los motivos -mar, arena, bosque, cielo - que recurrentemente le ocuparon a lo largo de su trayectoria. Una voz reflexiva convierte el material de archivo del artista -películas en formato Super 8 y fotografías originales- en la esencia del vocabulario visual de su obra. El documental incluye, además, intervenciones de personas vinculadas a su vida, al tiempo que recupera los lugares en los que vivió y trabajó.
Con ocasión de la muestra se ha editado una publicación -en euskera, castellano, francés, italiano y japonés- que incluye una presentación de Alicia Chillida y un epílogo de Miguel Zugaza, y recupera escritos de autores que acompañaron la obra de Gonzalo Chillida a lo largo del tiempo: los poetas José Ángel Irigaray (Pamplona, 1942) y Gabriel Celaya (Hernani, Gipuzkoa, 1911-Madrid, 1991), el pintor Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) y el historiador y crítico de arte Francisco Calvo Serraller (Madrid, 1948-2018).
Gonzalo Chillida (San Sebastián, 1926-2008) sintió una temprana vocación por la pintura, a la que se mantendría fiel durante toda su vida, y desarrolló un estilo enteramente personal y contemporáneo, ajeno a movimientos y etiquetas. En 1947, a los veintiún años, fue a Madrid para formarse y con este fin ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y comenzó a asistir a clases de dibujo en el Círculo de Bellas Artes.
Junto a ello, su gran escuela fueron las visitas al Museo del Prado, donde estudió la pintura de maestros españoles como Goya, Zurbarán o Sánchez Cotán cuya influencia es palpable en la atmósfera de quietud, la simplificación formal y la elegancia cromática de la figuración de sus primeros bodegones y paisajes. Estos remiten también a la estética de algunos pintores del quattrocento italiano, como Giotto o Piero della Francesca, al magisterio fundamental en esos años de Daniel Vázquez Díaz o a la pintura metafísica de Giorgio Morandi.
En 1951 se instaló en París para ampliar sus conocimientos y allí entró en contacto con las nuevas corrientes del arte y con creadores como Eusebio Sempere, Georges Braque y, sobre todo, Pablo Palazuelo, que serían para él de gran influencia. Dos años más tarde, en 1953, regresó al País Vasco para instalarse definitivamente en su ciudad de origen. La atmósfera del Cantábrico, sus cualidades lumínicas y la fuerza tectónica de su paisaje -que también cautivaron a su hermano mayor, el escultor Eduardo Chillida- configuraron su obra de madurez. Arenas, Marinas, Bosques-Montes y Cielos serán sus grandes líneas temáticas.
En su paso por la Academia de España en Roma en 1955, participó en una muestra colectiva. Interesado por el enigma de las culturas antiguas, ese mismo año realizó un importante viaje de investigación a los yacimientos etruscos de Cerveteri cercanos a la capital italiana, que registró con su cámara fotográfica. La misma curiosidad intelectual presidió su afición por la prehistoria vasca y el estudio del mundo mineral y los fósiles.
Desde el realismo y el interés por las formas naturales y los paisajes vascos y castellanos, «este hombre secreto llamado Gonzalo Chillida» -según las palabras de Gabriel Celaya- experimentó con las formas derivadas de la pintura geométrica y la abstracción. Estas corrientes incidirían definitivamente en la configuración de su estilo, que concretaría entre finales de la década de los 50 y comienzos de los 60 en un lenguaje propio con el que se expresaría durante toda su trayectoria.
A partir de una iconografía limitada al mar y la playa, al paisaje de la montaña vasca o las vistas de la meseta, su pintura mantendrá el gusto sensorial y la paleta elegante de grises y ocres, pero irá evolucionando hacia composiciones cada vez más desdibujadas y libres. Las formas logradas mediante sutiles pinceladas, ya casi evanescentes, terminarán por remitir a cierta poética del romanticismo y del arte oriental.
Este viaje hacia lo esencial le llevará a posar su mirada sobre la arena que, a partir de los años 60, titulará muchas de sus obras que evolucionarán desde representaciones más o menos reconocibles hasta formas más líricas y evanescentes situadas en el límite de la abstracción.
Su primera exposición individual en Madrid tuvo lugar en la galería Juana Mordó en 1964. El contacto con los artistas del grupo de vanguardia El Paso y con los reunidos en torno al Museo de Arte Abstracto de Cuenca -Antonio Saura o Fernando Zóbel por citar solo dos de ellos- fue fundamental para sus intereses artísticos.
En 2001 obtuvo reconocimiento a su trayectoria con la concesión de la Medalla de Oro de las Bellas Artes. La brevedad del género poético del haiku japonés capta la esencia de la obra de Gonzalo Chillida, al tiempo que revela la naturaleza como objeto único de su interés. Tal y como él mismo dejó escrito: «La mar se retira, el cielo».