Exposiciones
Finalizada
08-11-2023 • 27-09-2024
Legado Begoña María Azkue
William Bouguereau: El voto en Sainte-Anne d’Auray (c. 1870)
Hall Pedro de Icaza y Aguirre
La colección de pintura del siglo XIX del museo se enriquece con una obra destacada de William Bouguereau (La Rochelle, Francia, 1825-1905), adquirida este año gracias al legado de doña Begoña María Azkue (Bilbao, 1944-2023).
Recientemente, el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha recibido a su favor el legado de Begoña María Azkue con la estipulación de dedicarla a la adquisición de obras de arte. Este gesto de filantropía cultural se suma a la histórica sucesión de donaciones y legados que, desde su origen en 1908, han nutrido las colecciones del museo y han consolidado una de sus más claras señas de identidad. Así, en la actualidad, más de un 60 % de las obras tiene este origen, bien particular, como en este caso, o bien institucional o corporativo.
A su innegable calidad, El voto en Sainte-Anne d’Auray (c. 1870) añade otros puntos de interés y, entre ellos, el de tratarse de una obra singular dentro de la producción de uno de los mejores exponentes de la pintura academicista francesa del siglo XIX. Poco estimado por los pintores más vanguardistas de su época -que exploraban los nuevos caminos del impresionismo-, su técnica depurada y su buscada emotividad gozó, sin embargo, del reconocimiento de crítica y público, y de enorme éxito comercial en Francia y Estados Unidos. Hoy en día, el mercado del arte vuelve a interesarse por su obra, por lo que la compra del museo -en 165.466 € en Subastas Ansorena (Madrid)- ha resultado enormemente favorable.
Su incorporación ahora a la colección añade valor a la representación del academicismo del siglo XIX -Mariano Fortuny, Raimundo de Madrazo o Eduardo Zamacois- y a la de los pintores interesados por la iconografía simbolista de la Bretaña francesa, como Charles Cottet, Paul Gauguin o los hermanos Zubiaurre, entre otros. Por otra parte, se suma a la adquisición reciente -en 2020 y, en esa ocasión, gracias a la comunidad de Amigos del Museo- del lienzo Los vagabundos, del también francés Gustave Doré y con una cronología (c. 1868-1869) muy cercana a la de esta obra de Bouguereau.
William Bougurereau
El voto en Sainte-Anne d’Auray, c. 1870
Óleo sobre lienzo. 61 x 50 cm
Adquirido en 2023 gracias al legado de doña Begoña Azkue
La escena se sitúa en el santuario dedicado a santa Ana -protectora de madres y embarazadas- en la localidad bretona de Auray, uno de los centros de peregrinación más importantes de Francia.
En un interior definido por una suave atmósfera lumínica, dos muchachas se arrodillan ante el altar para expresar a la santa su promesa de acción u omisión. Portan largos cirios cuya luz se hace eco de la del candelabro que se entrevé en el altar, protegido por una reja de forja cuya ornamentación proyecta una sombra sobre la jamba de la capilla. En el escalón que eleva la capilla, se aprecia en trompe l'oeil la firma del pintor grabada en la piedra. Las jóvenes llevan rosarios en la mano, igual que la mujer mayor que, a un lado y sentada sobre el suelo de piedra, desgrana sus cuentas con gesto apesadumbrado. Este segundo plano queda en penumbra por la escasa luz que atraviesa una profunda ventana y apenas deja ver al fondo la columna que sustenta un arco. Las tres visten una sobria versión de uno de los trajes tradicionales de la región, caracterizado por las grandes cofias y cuellos de lino blanco que recogen el cabello y alivian la oscuridad del resto de la vestimenta. La fina pasamanería de la cofia de la figura de perfil y el cordón ondulado que adorna su traje son los únicos elementos que rompen la sobriedad del atuendo. El manto rojo de la anciana contrasta con la paleta de ocres y betunes que refuerza la solemnidad del momento y concentra la expresión en las tonalidades del delicado rostro de las protagonistas.
El lienzo, uno de los pocos interiores de Bouguereau, es una reducción -práctica habitual entre los pintores de éxito del siglo XIX que facilitaba la comercialización de ciertas obras- de otro de mayor tamaño que se expuso en el Salón de París de 1870. Hoy en día se ignora el destino final de este cuadro aunque se conoce una pintura sin la figura de la anciana, quizá recortada de aquel, que fue vendida en 2007 con un remate de 1.122.240 € en la casa de subastas Sotheby’s de Nueva York. También se conservan varios bocetos preparatorios, como los del gabinete de dibujos del Museo del Louvre, con detalles de las figuras, la ferronnerie y la vidriera.
En su crítica sobre el Salón de 1870 el escritor Théophile Gautier incluyó esta referencia a la obra: “El señor Bouguereau no quiso exagerar el color local, solo buscó, en un país donde persiste el sentimiento religioso, una expresión de fe pura e ingenua y, ciertamente, no podría haber encontrado mejor ejemplo que estos dos encantadores rostros de candor celestial que parecen esconder aureolas bajo su cofia de tela blanca. Nos gusta mucho este cuadro tan puro de sentimiento, y con una ejecución tan sobria y al mismo tiempo tan perfecta”.
William Bouguereau (La Rochelle, Francia, 1825-1905)
Bouguereau es una de las figuras sobresalientes del academicismo francés decimonónico. Su obra obtuvo excelente acogida por parte de la crítica oficialista y el público -consolidada a través de su participación en los certámenes artísticos de la época-, y gozó de gran éxito comercial.
Nacido en La Rochelle en una familia dedicada al comercio, pronto manifestó su inclinación por el arte y con 20 años se trasladó a París para formarse. Tras ser admitido en 1846 en la prestigiosa École Royale des Beaux-Arts, fue discípulo de François-Édouard Picot, maestro asimismo de otros grandes pintores neoclásicos como Alexandre Cabanel. En 1850 obtuvo el Grand Prix de Roma, que incluía una beca de estudios en la Academia Francesa de Roma, ubicada en Villa Medici. Tras tres años de estancia italiana, volvió a su ciudad natal y comenzó a exponer con gran éxito en los Salones de París y de otras ciudades europeas y norteamericanas.
A partir de su formación clásica, Bouguereau adaptó sus temas
-fundamentalmente, mitologías y alegorías, madonnas, desnudos y cándidas representaciones de niños y campesinas- a un estilo propio de emociones expresadas a través de una belleza idealizada de dibujo y acabado precisos y limpio cromatismo, muy del gusto de la clientela burguesa. En 1855 comenzó a trabajar con la Galerie Durand-Ruel y un año después su reputación como pintor de grandes temas clásicos le valió el encargo de su retrato por parte del emperador Napoleón III. Entre 1866 y 1870 pasó cinco veranos en la Bretaña francesa, atraído, como otros pintores de la época, por los genuinos tipos y escenas de la región.
Entre 1865 y 1887 trabajó en exclusiva con el marchante Adolphe Goupil, quien impulsó significativamente la comercialización y difusión internacionales de su obra. Pero, al mismo tiempo que recibía los elogios de la Academia –de la que fue nombrado miembro en 1876-, otros grandes artistas del momento, como los pintores Paul Gauguin y Paul Cézanne o el escritor Émile Zola, despreciaron el estricto convencionalismo de su estilo y el sentimentalismo de sus temas. A su muerte en 1905 su figura fue ensombrecida por el auge de las vanguardias y la pérdida de influencia del sistema académico.
A finales del siglo XX su obra comenzó a ser revisada a través de exposiciones, como William Bouguereau, 1825-1905, en el Petit Palais (París) en 1984 o Bouguereau & America (San Diego Museum of Art, EE. UU.) en 2019. Paralelamente, el mercado del arte revalorizó la cotización de este artista que fue en vida adorado por la Academia francesa y por los coleccionistas de la Gilded Age norteamericana y al que el tiempo no ha desbancado de su papel protagonista dentro de la historia artística del siglo XIX.
Nacida en Etxebarri en 1944 y fallecida este año en Bilbao, Begoña Azkue desarrolló a lo largo de su vida una intensa actividad cultural, que se tradujo en sus aficiones personales.
Comprometida con el euskera y la cultura vasca, estuvo vinculada a la ikastola Urretxindorra (Bilbao), para la que tradujo materiales pedagógicos. Participó, además, activamente en las aulas de formación para adultos de la Universidad de Deusto.
Movida por su pasión por la cultura en su más amplio sentido, en sus numerosos viajes profundizó en el conocimiento de las culturas semita y mediterránea, y tuvo ocasión de asistir a relevantes auditorios y eventos musicales internacionales.
De carácter discreto, Begoña Azkue se adhirió a la Comunidad de Amigos del Museo en un momento (2020) especialmente delicado por la pandemia, con un compromiso que revalidó al dejar estipulada en su testamento la voluntad de contribuir al enriquecimiento de la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao en un último gesto de filantropía cívica y cultural.