Exposiciones
02-10-2024 • 16-02-2025
Ignacio Zuloaga
"Retrato de Erik Satie"
Hall Pedro de Icaza y Aguirre
Desde su origen en 1908, el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha ampliado sus colecciones en buena medida gracias a donaciones y legados. Esta forma de ingreso se ha mantenido a lo largo del tiempo y constituye una de sus más claras señas de identidad: más del 60 % de las obras que forman el patrimonio artístico del museo han sido legadas o donadas por particulares, instituciones y otras entidades corporativas.
A esta histórica sucesión se sumó el pasado año Begoña María Azkue, quien en sus últimas voluntades formalizó un legado a favor del museo con la estipulación de que fuera dedicado íntegramente a la compra de obras de arte que enriquezcan la colección.
La primera incorporación fue el óleo sobre lienzo El voto en Sainte-Anne d’Auray (c. 1870), una obra destacada del academicista francés William Bouguereau que se ha sumado a la pintura del siglo XIX del museo.
El museo da ahora a conocer una segunda pintura adquirida en diciembre de 2023. Se trata del Retrato de Erik Satie pintado en París por Ignacio Zuloaga hacia 1893-1894, que incrementa con una obra temprana en la producción de Zuloaga el notable conjunto de pinturas (10) del artista vasco conservado por el museo
La incorporación de este retrato del compositor francés Erik Satie (Honfleur, Calvados, Normandía, 1866-París, 1925) a la colección de obras de Ignacio Zuloaga en el museo completa un periodo -el de la producción de juventud- en el que la oferta en el mercado es prácticamente inexistente. El lienzo documenta el momento en el que la pintura de Zuloaga acusa la influencia de Eugène Carrière y cambia el naturalismo de paleta impresionista por un cromatismo restringido y una iluminación en penumbra que le acercan al simbolismo. De ese modo emerge en un interior indeterminado el busto del joven Satie, con el rostro en perfil de tres cuartos apenas iluminado y con el look bohemio de Montmartre, con barba y cabello largo, quevedos y levita, previo al “uniforme” de pana verde que el músico vistió a partir de 1895 y durante más de diez años.
Zuloaga pintó esta obra en París, en un momento inicial de su carrera -con 23 años- en el que viajó a la capital francesa con el ansia de completar su formación autodidacta en contacto directo con la modernidad. Allí formó parte de la bohemia de poetas, pintores y músicos y del numeroso grupo de artistas vascos y catalanes que se reunía en cafés y cabarets. Entabló amistad con Pablo Uranga, con quien a finales de 1892 se mudó a la rue Cortot. Allí fueron vecinos de la pintora Suzanne Valadon, que en 1893 mantuvo un idilio con Erik Satie. Para entonces Zuloaga ya debía de conocer al músico, puesto que tocaba el piano en el cabaret Le Chat Noir que frecuentaba y donde se hizo amigo de los pintores Ramón Casas y Santiago Rusiñol.
Todos ellos -Valadon, Uranga, Casas y Rusiñol- dibujaron o pintaron al músico, ya entonces una personalidad fuera de lo común cuya influencia se extendería desde sus contemporáneos, como precursor de Debussy o Ravel, y llegaría hasta nuestros días con los compositores minimalistas John Cage o Steve Reich, entre otros. Además, Satie fue efigiado por artistas de vanguardia como Cocteau, Picasso, Larionov, Goncharova, Brancusi, Man Ray o Picabia. Compuso la banda sonora del cortometraje experimental Entr’acte (1924) de René Clair, que actualmente se proyecta en el museo como prólogo a la exposición Entreacto. Con Jean Cocteau entró en contacto con los célebres Ballets Rusos de Serguéi Diághilev y compuso la música del ballet Parade (1917), cuyos decorados y vestuario estuvieron a cargo de Picasso.
El cuadro fue un regalo de Ignacio Zuloaga al músico -firmado y dedicado “A mon cher ami Erik Satie” [sic]-, quien lo conservó hasta su muerte en 1925.
Nacida en Etxebarri en 1944 y fallecida en 2023 en Bilbao, Begoña Azkue desarrolló a lo largo de su vida una intensa actividad cultural, que se tradujo en sus aficiones personales.
Comprometida con el euskera y la cultura vasca, estuvo vinculada a la ikastola Urretxindorra (Bilbao), para la que tradujo materiales pedagógicos. Participó, además, activamente en las aulas de formación para adultos de la Universidad de Deusto.
Movida por su pasión por la cultura en su más amplio sentido, en sus numerosos viajes profundizó en el conocimiento de las culturas semita y mediterránea, y tuvo ocasión de asistir a relevantes auditorios y eventos musicales internacionales.
De carácter discreto, Begoña Azkue se adhirió a la Comunidad de Amigos del Museo en un momento (2020) especialmente delicado por la pandemia, con un compromiso que revalidó al dejar estipulada en su testamento la voluntad de contribuir al enriquecimiento de la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao en un último gesto de filantropía cívica y cultural.