Exposiciones
La obra invitada
Finalizada
28-10-2016 • 06-02-2017
El belén de Salzillo
Sala 9
El programa La Obra Invitada ofrece en esta ocasión una propuesta singular al traer a la sala 9, gracias al patrocinio de la Fundación Banco Santander, una parte representativa del célebre belén del escultor e imaginero Francisco Salzillo (Murcia, 1707-1783). Procede del Museo Salzillo (Murcia), al que nuestro museo ha cedido, como intercambio temporal, diecisiete obras con iconografía navideña que, bajo el título Nativitas Domini, se expondrán hasta el 12 de febrero del año próximo.
Compuesto por cerca de trescientas piezas policromadas –de las 556, entre figuras y seis arquitecturas, que conforman el conjunto–, el belén fue realizado por Salzillo entre 1776 y 1783 para su paisano el noble Jesualdo Riquelme y Fontes, y completado por su discípulo Roque López y su taller. Quedó concluido hacia 1800 y sólo en época contemporánea se realizó una de las seis arquitecturas. Durante todo el siglo XIX estuvo en el palacio Riquelme y en 1957 pasó a formar parte de la colección del Museo Salzillo como una de las obras fundamentales en la producción del escultor.
El guion narrativo del belén sigue diversos textos canónicos y apócrifos para establecer una secuencia cronológica que va desde la Anunciación hasta la Huida a Egipto, en la que los protagonistas ocupan un lugar predeterminado mientras que el resto de los elementos puede variar. Las escenas incluyen magníficas arquitecturas, algunas un trasunto de construcciones de la época en que fue realizado, como el Palacio de Herodes, ejemplo de la arquitectura nobiliaria local; la casa de María, de una vivienda urbana; o la de Santa Isabel, que responde a la tipología refinada de una casa de huerta. Otras, sin embargo, presentan referencias clasicistas o renacentistas, como el pórtico en ruinas donde se desarrolla el Nacimiento o el templo de Salomón, basado en la iglesia romana de San Pietro in Montorio. De la casa de María se conserva un mobiliario rococó que debió de incluirse durante el siglo XIX.
Las historias sagradas se escenifican a través de una galería de tipos de signo costumbrista, también presentes en la pintura o la literatura contemporáneas. Sobre este respecto, el escritor ilustrado Ceán Bermúdez cuenta que Salzillo cobijaba a mendigos en su casa a cambio de que posaran para él.
Estos personajes populares conviven con las figuras solemnes que protagonizan los misterios, con ángeles ricamente ataviados y con la nobleza, de modo que hay retratos de personalidades del momento, como el propio Riquelme y Fontes, el marqués de Beniel o el conde de Floridablanca.
A pesar del ascendiente italiano de Salzillo –su padre fue un escultor italiano afincado en Murcia que mantuvo un importante taller familiar dedicado principalmente a la imaginería–, su belén se caracteriza por la inspiración popular, por su profundo sentimiento religioso y por el carácter narrativo de las escenas.
Las figuras, con un tamaño de unos treinta centímetros, fueron modeladas en arcilla o talladas en madera. Están ricamente policromadas, incluso directamente sobre la arcilla, con una técnica preciosista y dentro de la tradición rococó. Las vestimentas están hechas con telas encoladas sobre las que el color, aplicado con pinceles de distinto grosor, expresa desde la suavidad de la seda hasta la tosquedad de los tejidos que visten los pastores. Otras técnicas, como el rayado del estofado, dan suntuosidad a los mantos y túnicas de las figuras sagradas. Cromáticamente predominan el azul, el rojo y el verde, que se combinan con el dorado. Los ángeles, como los que aparecen en el episodio del sueño de San José, son las figuras más sofisticadas. Por todo el belén se aprecia una gran variedad de trajes, desde el tipismo local del jubón liso o el guardapiés bordado, como se ve en la degollación de los inocentes, hasta las brillantes armaduras que lucen los soldados romanos.
A través de las escenas evangélicas, Salzillo plantea un sugerente cuadro de usos y costumbres del campesinado español, con los rasgos más vistosos de su atuendo, y aficiones y pasatiempos como la música o el baile. En este universo popular conviven los rústicos pastores con la refinada nobleza local. Contrastan la gracia de los pajes, con sus coloridas libreas, medias de seda y elegantes sombreros, frente a la rudeza de los pastores o los harapos del lazarillo. Y junto a ellos, la presencia de seres sobrenaturales como los ángeles, con túnicas ricamente estofadas y doradas, añade delicadeza al conjunto.
El belén muestra una amplia galería de tipos y gestos, con retratos de gran realismo a pesar del tamaño menudo de las figuras, que traducen oficios y costumbres, como se puede apreciar en los grupos de los carniceros, los músicos o los cazadores. Junto a estos personajes aparece además una extraordinaria variedad de animales como las aves migratorias que anidaban en el Mar Menor o diferentes tipos de toros, cabras y ovejas.
De este modo, el belén de Salzillo combina la inspiración de los textos evangélicos con un amplio repertorio de los tipos, indumentarias, oficios y costumbres de la época, tomados directamente del natural. La narración, a veces anecdótica, el escenario y sus personajes consiguen una atmósfera íntima y doméstica muy diferente del carácter más mundano del presepe napolitano, el otro gran referente de la escultura belenística del momento. Pero, mientras en este último predomina el ambiente urbano inspirado en la Commedia dell'Arte, en la obra de Salzillo es el campesinado español quien se convierte en testimonio de una emoción piadosa de carácter más íntimo y cercano.
Patrocinador: