Exposición: Joaquim Mir. Antológica 1873-1940 - Museo de Bellas Artes de Bilbao

Finalizada

18-05-2009 • 26-07-2009

Joaquim Mir. Antológica 1873-1940

Planta 1 - Arte Contemporáneo

Joaquim Mir es uno de los pintores más célebres e influyentes de la pintura catalana de principios del siglo XX. A partir de una selección de unas 80 obras —entre óleos, pasteles y dibujos, algunos de los cuales no habían sido antes mostrados al público— la Obra Social "la Caixa" ha organizado la muestra más rigurosa hasta hoy de la obra del artista barcelonés.

El objetivo de la exposición es dar una idea completa de su trayectoria artística, que comienza con un naturalismo primerizo y desemboca en un estilo más personal, próximo al impresionismo y la abstracción. Junto a ello, se pretende también ofrecer un panorama biográfico de Joaquim Mir y por ello la muestra repasa cronológicamente los momentos vitales del artista, ligados a los lugares donde residió, desde su Barcelona natal hasta sus estancias en Mallorca, el Camp de Tarragona, la comarca barcelonesa de El Vallès y la ciudad también barcelonesa de Vilanova i la Geltrú.

Gracias a años de investigación e interpretación desarrolladas por el comisario Francesc Miralles, con Nadia Hernández y Olga Sauquet como comisarias adjuntas, esta antológica mostrará algunas de las piezas más maduras y reflexivas del artista, así como una docena de obras desconocidas por el gran público pertenecientes a diversas colecciones privadas. Incluye además una selección de las filmaciones familiares realizadas por el propio pintor, cedidas para la ocasión por su hijo Josep Mir i Estalella.

Antes de su presentación en Bilbao, JOAQUIM MIR. ANTOLÓGICA 1873—1940 se pudo ver en CaixaForum Barcelona entre el 4 de febrero y el 26 de abril de 2009.

 

JOAQUIM MIR. ANTOLÓGICA 1873—1940


"Sólo quiero que mis obras alegren el corazón e inunden de luz los ojos y el alma". En 1928, Joaquim Mir (Barcelona, 1873—1940) resumía así su manifiesto como artista. El color y la luz lo significaron todo para el pintor barcelonés, y con ellos construyó un lenguaje personal con el que creó una obra sorprendentemente moderna, más allá de los movimientos artísticos con los que se le ha querido asociar, como el impresionismo o el simbolismo. Su evolución artística osciló entre el realismo y la abstracción, aunque aparecen dos constantes en su producción pictórica: el establecimiento de una nueva visión de la naturaleza y la búsqueda de la belleza con un afán firme pero también lleno de tensión creativa.

Para dar una idea lo más ajustada posible de su trayectoria, la exposición incluye desde los paisajes que pintó en Tarragona y Mallorca, quizás los más conocidos y los que mejor contribuyeron a crear el mito del artista que se funde con la naturaleza y enloquece en un delirio de luz y color, pasando por las primeras obras de la etapa de formación en Barcelona, hasta las últimas creadas en Vilanova i la Geltrú, en las que intensificó su realismo. También están presentes los importantes trabajos para la desaparecida Casa Trinxet de Barcelona, en los que Mir plasmó su concepción total del paisaje, además de una selección de las telas de las diferentes campañas pictóricas que realizó en lugares como Andorra, Montserrat, Miravet o Gualba.

Junto a estas piezas, el espectador podrá descubrir cómo fueron la vida y el entorno familiar de Mir, y comparar los escenarios reales con el resultado en su obra, gracias a un trabajo audiovisual que, bajo el título de Las miradas de Mir, presenta por primera vez su faceta como director amateur de cine. Las películas proceden de la colección del hijo del artista y fueron filmadas entre 1930 y 1936, en la etapa final de su vida.

Por otra parte, la posibilidad de acceder al archivo familiar ha permitido sacar a la luz aspectos desconocidos de la biografía de Mir, así como investigar sobre sus motivaciones y sus ideas sobre la pintura. En la exposición se pueden contemplar piezas poco conocidas, como las telas del conjunto que pintó en Santa Perpètua de Mogola, en la comarca barcelonesa del Vallés Occidental, y que permiten descubrir la vertiente más madura y reflexiva del pintor. La obra mallorquina también desempeña un destacado papel, con varias pinturas de cuevas y dos de las tres piezas que pintó para el Gran Hotel modernista de Lluís Domènech i Montaner, actual sede de CaixaForum Palma.

Los distintos espacios geográficos condicionaron en gran medida al artista, hasta empujarle a pintar de una forma concreta y distinta cada vez de la anterior. Esta característica de la obra pictórica de Mir también da fe de su independencia en relación con los focos artísticos de la época; a menudo se le ha encasillado en distintos grupos y movimientos, como el impresionismo o el simbolismo, se ha hablado de un Mir noucentista y se le ha emparentado con el modernismo, por la influencia que ejerció Santiago Rusiñol en él durante su época de juventud como pintor en Barcelona.

Es cierto que la selección cromática de la paleta de Mir coincide con la que utilizaban los impresionistas y que coincidió también con ellos en la exclusión del color negro y en el uso de múltiples combinaciones para pintar las sombras. Sin embargo, con estos recursos técnicos Mir creó un mundo propio, un paisaje nuevo. Más que interiorizar y reproducir las teorías imperantes de la época, desarrolló su obra como una necesidad interior fruto de su peculiar mirada hacia la naturaleza y la luz.

En palabras del comisario Francesc Miralles, "Mir no buscaba la naturaleza; la encontraba o, mejor dicho, la creaba. Él creaba el paisaje por la intensidad de su mirada, por la visión profunda que le provocaba la luz". Así, la naturaleza fue la excusa para construir su propia visión del mundo: Mir fue en esencia un paisajista que elevó el paisaje a una nueva dimensión. Para conseguirlo, jugaba con los colores complementarios y potenciaba su intensidad. Ésta es la clave de la fuerza cromática de la pintura de Mir y la herramienta que le permitió estructurar su obra a partir del color, y no de la forma, dotando de alma sus paisajes.

Su trayectoria es pues esencialmente paisajista y sólo en contadas ocasiones se sintió atraído por otros temas, a excepción de un primer interés por la representación de monumentos arquitectónicos, como la Sagrada Familia de Barcelona. Ya en su época de madurez, en Vilanova, y en el contexto de la Guerra Civil, vio limitado su campo de acción y optó por pintar los jardines, calles y plazas del pueblo.

Su carácter independiente contribuyó a consolidar un cierto carácter legendario de la figura de Joaquim Mir. Fue un hombre de personalidad compulsiva y desmesurada y ya en vida se creó una leyenda que biógrafos como Josep Pla se encargaron de consolidar tras su muerte en 1940.

 

1873—1899. Los años de Barcelona. Tiempo de formación

Joaquim Mir nació el 6 de enero de 1873 en la calle Ciutat, en Barcelona. De joven perteneció junto con los pintores Nonell, Vallmitjana, Canals y Pitxot a la Colla del Safrà, el "grupo del azafrán" así llamado por el uso en sus telas de los tonos amarillo y ocre. Este grupo se alejó de la pintura academicista y cambió el rumbo del arte catalán, actuando como un revulsivo que puso fin a la pintura catalana ochocentista y modernista.

Aunque en aquel momento conoció las tendencias de la pintura europea de la mano de los pintores relacionados con Els Quatre Gats, Mir mantuvo desde el principio una actitud propia. En los diez años que duró su aprendizaje, se reafirmó en su voluntad de ser pintor, convenció a sus familiares y profesores y evolucionó técnicamente hasta situarse en la frontera de la pintura profesional.

En 1898, Mir pintó una gran obra en torno al templo de la Sagrada Familia, La catedral de los pobres. Esta pieza suscitó una encendida polémica pero significó un punto de inflexión en su trayectoria, el inicio de su rebelión contra las normas y las corrientes imperantes. Para crear esta gran tela, Mir hizo numerosos esbozos y estudios preparatorios, algo inusual en una carrera pictórica marcada por la inmediatez. En aquella misma época, y para ganarse el reconocimiento, creó dibujos para varias publicaciones, algunos de los cuales pueden verse en la exposición.

 

1900—1904. Los años de Mallorca. En busca de un lenguaje.

Joaquim Mir llegó a Mallorca a principios de 1900. Los cuatro años que pasó allí fueron cruciales en su vida, ya que durante ese período encontró su propio lenguaje artístico y, además, sufrió el misterioso accidente —quizá un intento de suicidio ante un desencanto amoroso— que sufrió en la cala Sa Calobra, que cambió su trayectoria vital.

Durante aquellos años inició dos grandes conjuntos decorativos: los murales de la Casa Trinxet de Barcelona –propiedad de su tío Avel·lí Trinxet– y los tres grandes cuadros para el comedor del Gran Hotel de Palma. Estas tres marinas de la costa mallorquina, encargadas para decorar el comedor del edificio proyectado por Domènech i Montaner, forman un conjunto rotundo, impactante y plenamente coherente. Pese al sustrato realista, las telas poseen connotaciones simbolistas que nos hablan del sentimiento de indefensión ante una naturaleza majestuosa.

Durante estos años, el lenguaje de Mir se vuelve único, y el pintor pasa del realismo de las primeras obras creadas al sur de Mallorca a reflejar su visión original de la naturaleza, en especial en sus visiones de los acantilados del norte de la isla. Se convierte así en uno de los paisajistas más innovadores, al tiempo que se inicia su leyenda a raíz de la grave caída entre las rocas que sufre y que le obliga a regresar a Cataluña para ingresar en una institución mental de Reus.

 

1905—1913. Los años de Reus y el Aleixar. El estallido de la mirada.

Después de pasar dos años en el Instituto Psiquiátrico Pere Mata de Reus, Joaquim Mir se instala en el Camp de Tarragona. Allí desarrolla una intensa actividad profesional y ultima su colaboración en la hoy ya desaparecida Casa Trinxet. Mir dedicó diez años a la decoración mural de la casa diseñada por Puig i Cadafalch. La exposición recoge buena parte de los trabajos que llevó a cabo para este encargo, como El Gorg Blau y La Vita, los esbozos que hizo Mir de los dos vitrales que había ideado para la decoración de inspiración vegetal de la Casa Trinxet y que forman uno de los conjuntos más célebres de la historia del vitral catalán. Aquellos años fueron cruciales en su evolución estilística. Profundizó en el estallido del color que inició en Mallorca y se aproximó a la abstracción a partir de su visión de la naturaleza. Fueron años de una intensa actividad profesional: participó en exposiciones colectivas y en 1909 se le dedicó en Barcelona una muestra individual de gran envergadura.

En 1915, ya en su siguiente periodo pictórico, Mir viajó de nuevo a la localidad tarraconense de L'Aleixar, tal y como testimonia el lienzo Vista de L'Aleixar, perteneciente a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

 

1914-1921. Los años del Vallès. Tiempo de cambios.

Es éste el período menos conocido del artista. Durante los ocho años que pasó en Mollet del Vallès, donde residía su hermana, su vida y su obra entraron en una etapa de calma ya que en este momento el pintor se distanció gradualmente de los núcleos de debate artístico. Tal y como ilustra la magnífica serie de obras que pintó en Santa Perpètua de Mogoda, Mir siguió centrando su interés en captar la luz, aunque recuperando formas más realistas.

En 1917 obtuvo su primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. La concesión de esta distinción evidencia que la pintura del artista barcelonés se acercaba más a la ortodoxia. Cuatro años más tarde, Joaquim Mir contrajo matrimonio con la vilanovina Maria Estalella y al año siguiente pintó los paneles murales para el Mas Blau, una obra clave que escenifica la transición hacia la forma de pintar de la última época de su vida. También en 1921, Mir recibió su primer gran reconocimiento con la antológica que le dedicó la Exposición de Arte de Barcelona, en su sala de honor.

 

1922-1940. Los años de Vilanova i la Geltrú. Retorno al realismo.

Vilanova i la Geltrú fue el lugar donde Mir residió más años durante su vida. Allí, consolidado su prestigio, Mir inició una serie de "campañas pictóricas" que le llevaron a visitar Montserrat, Alforja, Miravet, la Costa Brava, Andorra, Gualba… durante semanas y, a veces, meses. Mir huía de la ciudad siempre que podía para intensificar su contacto con la naturaleza, y en estas campañas mantuvo su compromiso con el color desde una vertiente cada vez más realista.

Éstos fueron los años de su reconocimiento internacional, y expuso en Londres, París, Buenos Aires o Washington, entre muchas otras ciudades. También participó en la Bienal de Venecia, en sus ediciones de 1932 y 1934, y mereció varias distinciones.

Con el inicio de la Guerra Civil, el pintor se recluyó en su casa. El tema de su pintura se redujo a las cuatro calles más próximas, aunque las mejores composiciones son las de su jardín, que Mir refleja con toda su pasión. Durante la posguerra, un desafortunado incidente le obliga a ingresar en prisión y pasar allí unos días. Este hecho le desmoraliza tanto que precipita su enfermedad renal, lo que causará su muerte en 1940.



En la imagen:
Joaquim Mir Trinxet (Barcelona, 1873 - Barcelona, 1940)
La cala encantada. c. 1903
Óleo sobre tela
Colección AENA de Arte Contemporáneo

 

Contenidos de la exposición: Joaquim Mir. Antológica 1873-1940

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