Exposición: Arte japonés y japonismo - Museo de Bellas Artes de Bilbao

Finalizada

10-06-2014 • 15-09-2014

Arte japonés y japonismo

Sala BBK

La colección Palacio de arte oriental fue reunida entre 1925 y 1932 por José Palacio (Montevideo, 1875–Bilbao, 1952) e ingresó en el Museo de Bellas Artes de Bilbao en una primera parte en 1953 a través de la donación de su heredera, María de Arechavaleta, quien a su muerte en 1954 legó el resto. El interés de la colección radica en la calidad formal y artística de las piezas y en su excepcionalidad, ya que es una de las pocas de este tipo en nuestro entorno.

Incluye 291 piezas de arte extremo-oriental, de las que una buena parte (221) pertenece al arte japonés, aunque comprende también piezas procedentes de China, sudeste asiático, Corea, Vietnam… Entre ellas hay pinturas, estampas, una de las mejores colecciones europeas de tsuba (guarda de la hoja del sable japonés), inro (estuche con varios compartimentos que cuelga del cinturón del kimono), suzuribako (caja para escritura), sikisibako (caja para guardar papeles), objetos Namban, fabricados para la exportación y que reflejan el gusto occidental, y cerámica para la emblemática ceremonia del té o chanoyu. Están datadas, mayoritariamente, en el periodo Edo, comprendido entre los siglos XVII y XIX, en el que Japón no recibe apenas influencia exterior y produce, de este modo, su arte más característico.

Comisariada por el experto Fernando García Gutiérrez, S.J., la exposición Arte japonés y japonismo. Museo de Bellas Artes de Bilbao reúne por vez primera, gracias al patrocinio de BBK Fundazioa, la totalidad de las piezas de arte japonés (221) catalogadas de la colección Palacio, que ha estado parcialmente expuesta al público en diversas ocasiones, como en 1998 (93 piezas) y 2010 (114 piezas). Además, pone de relieve su influencia en el arte europeo del siglo XIX y en la abstracción y el informalismo de la segunda mitad del siglo XX, a través de una treintena de obras –de Gauguin, Tàpies y Chillida, entre otros– también pertenecientes a la colección del museo.

Con ocasión de la muestra, el Departamento de Conservación y Restauración del museo y un equipo de investigación del Departamento de Química Analítica de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco han realizado un estudio pionero que analiza de forma exhaustiva y con métodos no destructivos el estado de conservación de una selección de 112 piezas, divididas en dos grupos. En el primero se han analizado 37 tsuba, dos kozuka o mangos de kogatana(pequeño cuchillo) y una caja en forma de máscara femenina, trabajados y decorados con diversos metales y datados entre los siglos XVII y XIX.

En el segundo, se han estudiado los objetos lacados, datados entre los siglos XVI y XIX, que toman como base la madera: 29 inro, 38 cajas, dos piezas Namban para la exportación y otros tres objetos (una mesa de finales del siglo XIX destinada igualmente a la exportación, una peineta y una copa de sake (bebida alcohólica).

Este trabajo ha permitido determinar los metales y las aleaciones de base, así como los empleados para las decoraciones de las tsuba. También en el caso de las lacas, se ha logrado establecer la naturaleza de algunos materiales usados en diminutas incrustaciones, y a simple vista similares, como el nácar, el marfil o el asta.

El estudio material de las piezas complementa las investigaciones desde un punto de vista histórico y estilístico realizadas por diversos expertos, recogidas en el completo catálogo editado por el museo con ocasión de la exposición: el ya citado Fernando García Gutiérrez, S.J., V. David Almazán Tomás (Universidad de Zaragoza), Yayoi Kawamura (Universidad de Oviedo), José Luis Merino Gorospe (jefe del Departamento de Conservación y Restauración del museo) y Arantxa Pereda.

 

ARTE JAPONÉS Y JAPONISMO

Desde que a finales del siglo XIX la dinastía Meiji (1868–1912) abrió los puertos japoneses, acabando así con el aislamiento del país, surgió en el mundo occidental, de forma paralela al notable incremento de las relaciones comerciales, un gran interés por el arte y la cultura del país del Sol Naciente.

Cuando americanos y europeos pudieron viajar a Japón e importar objetos artísticos sobrevino una enorme fascinación por su cultura, reflejada en el perdurable fenómeno del japonismo, que influyó en la pintura, la orfebrería, la literatura, el cine o la moda, y que alcanzó su apogeo en París entre los años 1860 y 1900, aunque también surgieron grandes coleccionistas en Alemania y Reino Unido. El art nouveau, el impresionismo, el simbolismo y, más tarde, movimientos de vanguardia, desde la abstracción y el informalismo hasta el minimalismo, mostrarían su profunda huella en el arte occidental, visible aún hoy en día. Los objetos fácilmente transportables, como grabados, adornos de espadas, cerámicas y lacas, así como los populares netsuke (especie de tope que se usa, atado a un cordón, para suspender pequeños objetos del cinturón del kimono o vestimenta tradicional japonesa), fueron los preferidos de los coleccionistas.

En nuestro entorno el coleccionismo de arte japonés no estuvo muy difundido, a excepción de en Cataluña, donde surgieron un comercio interesado en artículos orientales y colecciones como la extinta Mansana, que en su momento llegó a reunir más de tres mil piezas. La celebración en Barcelona de la Exposición Universal en 1888 contribuyó decisivamente al fenómeno. Por ello, la figura de José Palacio –nacido en Montevideo, de padre cántabro y madre bilbaína, pero que fijó su residencia en la capital vizcaína desde los 15 años– es insólita en el Bilbao de principios de siglo, en donde los coleccionistas buscaban preferentemente pintura antigua europea y sólo los jóvenes artistas como Ucelay o Guiard, entre otros, apreciaban las particulares características de la estética nipona.

Las pocas referencias documentales conservadas sobre José Palacio atestiguan que se licenció en Derecho en la Universidad de Salamanca en 1898 y que emprendió estudios de Arquitectura en Barcelona durante la primera década del siglo XX, aunque nunca ejerció profesión alguna y toda su actividad conocida está ligada a su afición al arte y la música. Este diletante culto y erudito, perteneciente a la alta burguesía bilbaína de principios de siglo, frecuentó los círculos culturales de la Villa y viajó por Europa para asistir a conciertos y subastas de arte. Su presencia en París está documentada, entre 1925 y 1932, como un habitual de las prestigiosas subastas de arte oriental que se celebraban en el Hôtel Drouot y en la Galerie George Petit.

El museo conserva, también como parte de su legado, libros y catálogos con apuntes manuscritos sobre precios y adquisiciones, así como recortes de prensa con reseñas artísticas del diario Le Figaro, y libretas y hojas del Hôtel du Louvre en las que quedan anotadas sus vivencias de viajero y aficionado a las artes. También se interesó por la pintura del Renacimiento y el Barroco europeos y, de este modo, la colección alcanza un total de 523 piezas, aunque la sección oriental, por su singularidad y calidad, es realmente excepcional. Como buen conocedor, José Palacio apreció piezas sofisticadas, como los netsuke en madera o la cerámica para la ceremonia del té, en su tiempo alejadas de los gustos dominantes.

 

LA EXPOSICIÓN

La exposición Arte japonés y japonismo. Museo de Bellas Artes de Bilbao muestra, a través de los 221 objetos que reúne, las principales características de la estética japonesa, que podrían resumirse en la frase del filósofo Suzuki Daisetsu: “La belleza no está en la forma exterior, sino en el significado que ésta encierra”. Cuatro son los conceptos clave que se aplican en la arquitectura y el mobiliario, en la jardinería, en la caligrafía y la pintura, en la cerámica y la laca, y en todos los aspectos estéticos de la vida nipona. En primer lugar, la estrecha conexión entre el arte y la naturaleza, y, frente al antropocentrismo occidental, la relación del hombre con ella. Después, la sencillez esencial, la espiritualización del arte que, en ocasiones, es el origen de una abstracción formal. También, la tendencia a las formas decorativas y, por último, la facilidad para asimilar estilos y tendencias, desde la influencia de elementos culturales procedentes de China –sobre todo de la escuela budista Zen que penetra en Japón en el siglo XII– hasta el influjo occidental, que comienza en el siglo XVI y se intensifica a partir de 1888 con la apertura de Japón al exterior.

Las piezas de arte japonés se presentan agrupadas en tres grandes conjuntos –“Lo sagrado y lo caballeresco”, “El grabado del periodo Edo (1615-1868)” y “Lo cotidiano. El arte de la laca urushi”–. Se complementan con un espacio dedicado a la figura de José Palacio, que reúne diversa documentación sobre el coleccionista, y con la presencia a lo largo del recorrido de una treintena de obras de la colección del museo que reflejan el fenómeno del japonismo: Alfred Stevens, José Echenagusía, Paul Gauguin, Darío de Regoyos, Francisco Durrio, Ignacio Zuloaga, Francisco Iturrino, Anselmo Guinea, Adolfo Guiard, Juan de Echevarría, Antonio de Guezala, José María Ucelay, Henri Michaux, Antoni Tàpies, Joan Josep Tharrats, Fernando Zóbel, Eduardo Chillida, Rafael Balerdi y José Antonio Sistiaga.

 

1.- Lo sagrado y lo caballeresco

El sintoísmo, que venera a los espíritus que habitan en la naturaleza, fue la religión tradicional de Japón hasta el siglo VI, fecha en la que el budismo, procedente de China, se convirtió en la religión mayoritaria y la secta budista Zen en una influencia decisiva en el arte y la estética japoneses. El pensamiento y la estética del Zen son la base de la ceremonia del té, ritual que persigue la armonía interior de los asistentes. También en sintonía con lo sagrado aparece el samurái (caballero militar japonés que regía su existencia según un estricto código de honor), una de las figuras que más interés ha despertado en Occidente y que ha participado decisivamente en las artes japonesas, como demandante y como motivo iconográfico de las mismas, especialmente en la pintura y el grabado.

Esta primera sección incluye representaciones sacras de figuras budistas (una escultura del siglo IX y una pintura del XV), 19 objetos cerámicos relacionados con la ceremonia del té, un emaki-mono (pinturas narrativas realizadas en un rollo dispuesto horizontalmente) y cinco tintas, 37 tsuba (guardas de la hoja del sable japonés o katana) y dos kozuka (mangos de las kogatana o pequeño cuchillo), fechadas entre los siglos XVII a XIX.

 

2.- El grabado del periodo Edo (1615-1868)

Dentro de la colección Palacio es significativo y amplio el excelente conjunto de grabados y, especialmente, los que se incluyen dentro de la característica pintura de género ukiyo-e,de inspiración popular. Entre ellas se cuentan estampas de los más representativos artistas del género, Utamaro, Hokusai e Hiroshige, quienes crearían una de las expresiones artísticas más influyentes en el arte occidental. Iconográficamente predominan las imágenes de los actores de kabuki(forma teatral clásica japonesa propia del periodo Edo), la imagen femenina expresada, sobre todo, en la figura de la geisha (persona especialmente educada para entretener) y el paisaje.
Se presentan 42 estampas y cinco libros ilustrados acompañados por tres pinturas como antecedentes del género.

 

3.- Lo cotidiano. El arte de la laca urushi

En Japón los objetos de uso personal han participado tradicionalmente de la expresión artística. De este modo la apreciación de las cualidades estéticas es algo cercano y presente en todos los actos de la vida. Ésta es la sección más amplia y diversa dentro de la exposición, y en ella se muestran los más variados objetos y utensilios de uso personal. Destaca el arte de la laca urushi, que fascinó en el siglo XVI primero a portugueses y luego a españoles, y derivó en el llamado estilo Namban, adaptado al gusto occidental y caracterizado por la profusa decoración con abundantes incrustaciones de nácar.

Destacan en esta última sección un escritorio de estilo Namban, un arca, una mesa, 38 cajas, 29 inro (cajita de uso masculino con varios compartimentos que cuelga del cinturón del kimono en la que pueden llevarse medicinas, tabaco, el sello…), 17 netsuke (especie de tope que se utiliza, atado a un cordón unido al inro, para suspender del cinturón del kimono todo tipo de pequeños objetos), 7 kiseru-zutsu (estuche para la pipa). Son todas piezas de diferente técnica que participan de un mismo interés, propio de la cultura nipona, por la belleza de los objetos comunes.


En la imagen:
Utagawa Kunisada (歌川国貞) (1786-1865)
Daiko Rokusaburō (大工六三郎, El carpintero Rokusaburō)
De la serie Ōatari kyōgen no uchi (大当狂言ノ内, Grandes éxitos teatrales)
Estampa ukiyo-e
Edo (Tokio), 1814
Impresión xilográfica en color, nishiki-e. 37,6 x 25,3 cm, ōban

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