Exposición: Artistas vascos - Museo de Bellas Artes de Bilbao

Finalizada

11-02-2008 • 25-05-2008

Artistas vascos

Colección Museo de Bellas Artes de Bilbao

Sala BBK

El Museo de Bellas Artes de Bilbao posee la más importante colección de artistas vascos y es también, en ese aspecto, la institución de máxima referencia por sus fondos documentales, su tradición investigadora y su cercanía a los propios artistas.

La exposición y la publicación de la Guía de Artistas Vascos del Museo de Bellas Artes de Bilbao −por vez primera y en el año en que se cumple su centenario− es un homenaje y una muestra del reconocimiento del Museo a los artistas cercanos, posible gracias al patrocinio de la FUNDACIÓN BBK.

El pintor Manuel Losada (Bilbao, 1865–1949) fue uno de sus más entusiastas promotores y su primer director, y el también pintor, Aurelio Arteta (Bilbao, 1879–México D.F., 1940), fue el primer director del Museo de Arte Moderno de Bilbao. En el transcurso de una historia ya centenaria, ambas instituciones se fundieron en el actual Museo de Bellas Artes de Bilbao, al que los más importantes artistas vascos activos desde su fundación, de Zuloaga a Chillida, han tenido un especial apego. Ellos han ayudado a su consolidación y crecimiento de diferentes maneras, como la participación en su gestión o la donación de obras de arte.

La exposición Artistas vascos. Colección Museo de Bellas Artes de Bilbao pretende mostrar una amplia selección de artistas y obras, representativa del numeroso conjunto que el Museo custodia. Son cerca de 80 obras, entre pinturas y obras sobre papel, esculturas e instalaciones, esmaltes y una obra en formato audiovisual.

Pero, en realidad la exposición está justificada por la publicación de la Guía de Artistas Vascos. Colección Museo de Bellas Artes de Bilbao. De este modo, y por vez primera, se pone a disposición de los especialistas y del público en general una importante herramienta de recopilación y divulgación del arte vasco, llena de datos nuevos, de precisiones historiográficas y de estudios sintéticos que sirven para situar en su contexto la obra de cada artista.

La Guía de Artistas Vascos recoge la actividad de 118 autores, a través del comentario y la reproducción de 224 obras pertenecientes a la colección del Museo. El arco cronológico que contempla abarca desde el siglo XVI a la actualidad. En cuanto al criterio para seleccionar a los artistas, se ha basado, bien en la circunstancia de su nacimiento, o bien en su implicación en los acontecimientos artísticos −desde la propia creación hasta la participación en instituciones− ocurridos dentro de lo que territorial o culturalmente permite la consideración de arte vasco.

A este respecto, cabe señalar la importante contribución del programa Arteder, que, emprendido por la Biblioteca del Museo y patrocinado desde 2002 por la Fundación Vizcaína Aguirre, pone a disposición de los usuarios una completa base de datos de artistas vascos, continuamente revisada y puesta al día, que se difunde en Internet a través de la página web del Museo y en la dirección www.bd-arteder.com, con posibilidad de conexión al catálogo de la Biblioteca.

Este proyecto documental ofrece información exhaustiva sobre las figuras más representativas del panorama artístico vasco, estructurada en diferentes secciones −biografía, imágenes, exposiciones, museos o colecciones, y referencias bibliográficas−, con el objetivo de configurar una recopilación enciclopédica sobre los artistas vascos.

 

Artistas vascos. Colección Museo de Bellas Artes de Bilbao

La selección presentada contiene un buen número de obras maestras. Comienza con Eduardo Zamacois (Bufones jugando al 'cochonnet', 1868), uno de los pintores que más admiración internacional despertó a mediados del siglo XIX, y con Juan de Barroeta (Vista de El Abra de Bilbao desde Algorta, 1886), quien, a través del paisaje, representa la transición entre el realismo y el impresionismo.

Por su parte, José Echenagusía muestra (Sansón y Dalila, 1887)la pervivencia de los grandes temas de historia en la pintura de la época. Pero quien mejor representa el tránsito entre el academicismo realista y el impresionismo es Anselmo Guinea (Gente. Un puente en Roma, 1904). Su amigo Adolfo Guiard (La aldeanita del clavel rojo, 1903), unos años más joven, fue el introductor del impresionismo en la pintura vasca al viajar a París y relacionarse allí con la vanguardia impresionista.

A través de la experiencia impresionista y puntillista de Darío de Regoyos (El Urumea, 1904), se abrió un nuevo frente de modernización de la pintura vasca conectado con Bruselas, importante foco de renovación artística en el fin de siglo. La vía belga fue pronto frecuentada por otros artistas vascos, como Francisco Iturrino (Desnudos, Mujeres jugando al corro, c. 1916-18) que, a principios de siglo, desarrolló su trayectoria sintonizando con las más avanzadas propuestas de los maestros postimpresionistas franceses.

Entre los primeros ejemplos de la escultura vasca del cambio de siglo destaca el gusto modernista de Nemesio Mogrobejo (Hero y Leandro, 1904) y la visión simbolista y primitivista de Francisco Durrio (Máscara de hombre, c. 1903-23).

Siguiendo los pasos de Guiard y Regoyos, los artistas vascos dirigieron su mirada hacia Bruselas y París, conformando en torno a 1900 y junto a los artistas catalanes, el principal frente de modernización de la pintura. En contacto con el simbolismo, y en sintonía con el espíritu de la Generación del 98, desarrollaron su trayectoria Ignacio Zuloaga (Retrato de la Condesa Mathieu de Noailles, 1913), Gustavo de Maeztu (El ciego de Calatañazor, c. 1915) y Juan de Echevarría (Florero con plátanos, limones y libros, c. 1917).

Por su parte, Ángel Larroque (Maternidad, 1895) y Benito Barrueta (Rincón de Montmatre, c. 1905-10) dieron continuidad a las primeras experiencias modernas tratando de congeniar la tradición con un característico sentido cromático, alejado de la paleta clara que preconizaban las tendencias impresionistas y postimpresionistas.

El costumbrismo adquirió un carácter singular en la escena vasca de principios del siglo. Aurelio Arteta (El puente de Burceña, c. 1925-30), Valentín y Ramón de Zubiaurre (Bersolaris, c. 1916-17, y Los intelectuales de mi aldea, c. 1912-12, respectivamenre), Alberto, Ramiro y José Arrúe (Pescadores vascos, c. 1918, Basques jouant aux cartes, c. 1919, y Un pastor, c. 1932, respectivamente)y el escultor Quintín de Torre (Retrato de muchacha), entre otros, tradujeron este conflicto entre tradición y modernidad en el que la recuperación de tipos y costumbres coincidió con la necesidad de representar la nueva cultura urbana.

Un artista de la generación posterior José Mª Ucelay (Conversation piece, just leisure o Hemingway y Duñabeitia, 1957) se asoma al mundo surrealista, ya netamente presente en Nicolás de Lekuona (Seres surreales en un bosque, 1936).

Jorge Oteiza (Retrato de un gudari llamado Odiseo, [Variante del Homenaje a Mallarmé, 1958], 1975) introduce los movimientos constructivistas o espacialistas del arte europeo surgidos tras la Segunda Guerra mundial. Agustín Ibarrola (La fábrica, 1930) representa un realismo social que se expresa mediante recursos cartelistas y espacialistas. Eduardo Chillida (Hierros de temblor II, 1956) aparece como el gran escultor vasco que tanto influyó en el arte de su entorno a través de una obra en la que las diferentes materias y una profunda búsqueda de la forma lograron confirmar un excepcional universo poético.

En 1966 se crearon los llamados Grupos de la Escuela Vasca −Gaur (Gipuzkoa), Emen (Bizkaia) y Orain (Álava)− que reunieron a los más significativos artistas vascos surgidos desde finales de los años cuarenta. Entre ellos, los pintores Amable Arias (De lo invisible II, 1972), José Luis Zumeta (Pintura, 1977) y Rafael Balerdi (Venecia, 1964-72), y los escultores Remigio Mendiburu (Jaula para pájaros libres, 1969) y Vicente Larrea (La Venus de Santimamiñe, 1985-86).

Otros artistas realizaron propuestas figurativas de distinto carácter: pop en el caso de Andrés Nágel (El rapto del centauro, 1984) o de diferentes realismos en Juan José Aquerreta (Anunciación, 1979), Mari Puri Herrero (El comedor, 1975), Darío Urzay (Proyecto para un pintor ecléctico, 1981), y Jesús Mari Lazkano (La irresistible ascensión de lo fragmentario, 1986).

Para terminar, una serie de autores vascos, Txomin Badiola (Double Trouble, 1990-91), Ángel Bados (Sin título, 1993), Pello Irazu (To the sleeping part, 1993), José Ramón Morquillas (Contenedor, 1985-86), Alfonso Gortázar (Pequeño bodegón con naranja, 2006), Carmelo Ortiz de Elguea (La danza, 1970), Juan Mieg (Sin ítulo, 1938)y Daniel Tamayo (Lección de geometría en Txatximinta, 1982), sitúan las recientes y diversas tendencias del arte que incluyen reminiscencias del constructivismo junto a referencias objetuales que dan testimonio de la complejidad del mundo contemporáneo.

Junto a la obra de los artistas citados, aparece también la de otros que suele ser expuesta de manera menos frecuente o que ha permanecido hasta ahora prácticamente en el olvido, y que recientes investigaciones y la propia publicación de la Guía han sacado a la luz.


En la imagen:
Aurelio arteta (Bilbao, 1879-México D.F., 1940)
Campesinas vascas con frutas y hortalizas, c. 1913-1915
Óleo sobre lienzo adherido a tablero, 127 x 238 cm

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