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25-01-22
Donación de tres pinturas de Ignacio Zuloaga, Anselmo Guinea y Benito Barrueta
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Planta 0. Hasta el 27 de marzo de 2022
Museo de Bellas Artes de Bilbao, 26 de enero de 2022.– El Patronato del Museo de Bellas Artes de Bilbao aprobó el pasado mes de diciembre el ingreso de tres obras de los pintores vascos Ignacio Zuloaga, Anselmo Guinea y Benito Barrueta, que forman ya parte de la colección del museo gracias a la generosa donación de los coleccionistas Plácido, Maite y Francisco Arango García-Urtiaga, Carmen de Icaza Zabálburu e Ignacio Marco-Gardoqui, respectivamente.
Se trata de Picador gitano de Ignacio Zuloaga (Eibar, Gipuzkoa, 1870-Madrid, 1945), La salla del maíz de Anselmo Guinea (Bilbao, 1855-1906) y Autorretrato, de Benito Barrueta (Bermeo, Bizkaia, 1873-1953); tres obras que, por distintos motivos, añaden valor a la representación de sus autores en la colección.
La donación de Picador gitano (1903) permite incorporar por vez primera a la colección del museo la temática taurina, característica en la producción del pintor y una de las claves de su éxito internacional. Se sabe que la obra fue adquirida en Venecia y después formó parte de colecciones en Fráncfort y Madrid hasta aparecer en el mercado en época reciente y ser adquirida por el coleccionista Plácido Arango, cuyos herederos la han donado al museo en su memoria.
La salla del maíz (1893) de Anselmo Guinea es una obra importante en la producción del pintor y en la pintura vasca. Pintada tras la vuelta de su primer viaje a París, representa la incorporación de Guinea a la modernidad defendida por su colega Adolfo Guiard, que le introdujo en la estética impresionista.
Con la donación del bello autorretrato de Benito Barrueta fechado en torno a 1905 -décadas antes del autorretrato que pertenece al museo fechado hacia 1943-45- se completa la efigie vital de uno de los más notables retratistas de la pintura vasca, homenaje permanente de la pintura moderna al ejemplo Velázquez.
Ignacio ZULOAGA (Eibar, Gipuzkoa, 1870-Madrid, 1945)
Picador gitano, 1903
Óleo sobre lienzo. 137 x 135 cm
Donación de los hijos de Plácido Arango Arias en 2021
Como Francisco de Goya, Pablo Picasso o Miquel Barceló, Ignacio Zuloaga profesó una profunda admiración por el mundo de la tauromaquia, que quedó reflejada no solo en su pintura sino también en su biografía de juventud, cuando se inscribió en la escuela del diestro Manuel Carmona en Sevilla, en cuya plaza llegó a matar novillos con el apodo de “El pintor”.
Este conocimiento desde dentro quedó expresado en sus composiciones sobre el tema, que abordó con prisma humanista, representando a menudo -como en el célebre lienzo de la Hispanic Society de Nueva York depositado en el museo- a “las víctimas de la fiesta”: humildes toreros, picadores, bailarinas, cantantes y otros secundarios, encarnados por modelos a los que Zuloaga supo dotar de gran veracidad. Esta particular visión de un tema que, en su versión más etnográfica, había gozado de enorme popularidad en París desde mediados del siglo XIX ocupó un lugar privilegiado en la producción de Zuloaga, especialmente a partir de su traslado desde la capital francesa a Sevilla, en donde en 1896 instaló un concurrido estudio. Desde este momento, y a lo largo de las dos siguientes décadas, pintó numerosos cuadros de tema taurino, como este Picador gitano que se incorpora ahora mediante donación a la colección del museo.
Fechado en 1903, el cuadro pertenece a un periodo de madurez artística y éxito internacional en la trayectoria del pintor, que le llevó a participar en exposiciones en Burdeos, París, Múnich, Londres, Bilbao y Venecia, en cuya Bienal expuso 14 obras -entre ellas, esta- y logró medalla de oro.
Picador gitano presenta, sobre un fondo monocromo de tintes velazqueños, el retrato de un joven torero sentado de medio lado sobre una silla de madera y enea a la que se aferra mientras dirige su mirada a un plano fuera del alcance del espectador. La postura forzada y el gesto intenso trasmiten la captación de un instante de tensión psicológica. La luz resalta el blanco de la camisa y los rosas del forro de la chaquetilla, la faja y las cintas del calzón y el adorno del sombrero. Otras luces en los botones, los bordados de hilo de oro y la decoración pintada de la silla animan la composición, en un claro ejemplo del mejor Zuloaga.
Anselmo GUINEA (Bilbao, 1855-1906)
La salla del maíz, 1893
Óleo sobre lienzo. 69,2 x 118,8 cm
Donación de doña Carmen de Icaza Zabálburu en 2021
Pintado un año después del primer viaje de Anselmo Guinea a París, La salla del maíz representa a una serie de personajes arrancando cardos y malas hierbas de un sembrado de maíz. Pertenece a una serie de obras fechadas en esos mismos años en las que Guinea representa labores del campo como esta, la siega o la cosecha de la manzana.
El paisaje se localiza en la localidad de Murueta (Bizkaia), en lo que hoy en día se conoce como la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, con la ría de Gernika, caseríos y montes al fondo, y el sembrado en el que se afanan cinco hombres, dos mujeres y un mozo sentado sobre un canasto de castaño, en primer plano. El formato apaisado refuerza la planitud amable del estuario, iluminado suavemente y con una paleta de azules y grises con los que Guinea describe la composición. El delicado cromatismo se completa con los verdes de los árboles, el maíz y la vid, y el contrapunto de color de las txapelas de los hombres y las pañoletas de las mujeres.
El cuadro fue pintado durante la primavera de 1893 y poco después se expuso en la Espejería de Ángel Velasco, situada en la Calle del Víctor de Bilbao. En su escaparate Guinea solía dar a conocer sus obras, que en ocasiones, como sucedía con la pintura de su colega Adolfo Guiard, suscitaban encendidas polémicas entre los aficionados y la crítica artística local.
El abandono del academicismo por la filiación a la estética impresionista y el lenguaje de la pintura au plein air se perciben claramente en este cuadro, que se incluyó en la exposición de homenaje que se organizó un año después del fallecimiento del pintor y que, desde entonces, había permanecido inédito. Representa el cambio producido durante la última década del siglo XIX en la obra de Guinea gracias a su estrecha colaboración con Guiard, que en 1890, y con su carrera artística ya plenamente consolidada, se instaló, precisamente, en Murueta para poder pintar al aire libre y en contacto directo con la naturaleza. Guiard compartió estudio con Guinea y su influencia puede observarse en este cuadro, tanto en la paleta y la composición, de dibujo definido en el primer término y más deshecho en los últimos planos, como en la construcción de las figuras, como sucede en el personaje masculino situado junto al niño, en donde resuena el mundo rural vizcaíno magistralmente representado por Guiard en El aldeano de Bakio (1888), también perteneciente a la colección del museo.
Benito BARRUETA (Bermeo, Bizkaia, 1873-1953)
Autorretrato, c. 1905
Óleo sobre lienzo. 46,3 x 38,2 cm
Donación de don Ignacio Marco-Gardoqui en 2021
Compañero de generación de los pintores Ángel Larroque, Juan de Echevarría, Aurelio Arteta y Valentín de Zubiaurre, o del escultor Quintín de Torre, Benito Barrueta fue pintor de vocación temprana que, a pesar de sus modestos orígenes, pudo formarse gracias a una beca en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Trabajó allí en el Museo del Prado como copista y descubrió la gran pintura de la escuela española, que ejercería en él honda influencia. En 1900 se trasladó a París, donde se relacionó con la colonia artística internacional de Montmartre, y expuso en los Salones de Otoño de 1906, 1907, 1909 y 1910, y en la galería Druet en 1912 con una muestra individual. En 1914, y a causa del inicio de la Primera Guerra Mundial, regresó a Bermeo, donde compaginó su trabajo como profesor de dibujo de la Escuela de Náutica y de Artes y Oficios con su carrera artística. Durante la Guerra Civil española se exilió en Francia y en 1941 regresó, primero a Bilbao, luego a Durango, para establecerse durante la última década de su vida en Bermeo.
Centrado en una pintura intimista a menudo inspirada en su entorno vital, Barrueta se dedicó principalmente a la representación de interiores domésticos, bodegones y retratos. El autorretrato donado al museo fue realizado probablemente hacia 1905, momento en el que iniciaba una ascendente trayectoria como pintor. Sobriamente vestido, se representa a sí mismo de busto y de frente. Luce un espeso bigote curvado hacia arriba que, junto con el pañuelo al cuello, le da un aire bohemio y mira al espectador componiendo la imagen de un hombre resuelto que se adentra en la madurez.
No hay en el cuadro ninguna alusión a su oficio y, como ocurre en todos sus retratos, utiliza un fondo monocromo que concentra la atención en el modelo. Aplicada con pincelada suelta, la paleta de ocres y betunes dosifica las luces en el rostro, en donde con toques magistrales da vida a la mirada. El ligero desenfoque remite a las enseñanzas velazqueñas de su etapa juvenil, que asimiló para crear un lenguaje propio, sin artificios y de gran lirismo.
Conferencias
Jueves 3 de marzo, 19.00 h
El anhelo naturalista en Anselmo Guinea
Mikel Lertxundi Galiana. Doctor en Filosofía y Letras y comisario de arte independiente
A finales de la década de 1880, el contacto con los novedosos conceptos estéticos y compositivos que Adolfo Guiard trajo de su estancia en París motivó la conversión plástica de Anselmo Guinea, que venía de asentar su prosperidad en el mercado romano. Las sugerencias del amigo, junto con un primer viaje a la capital francesa en 1892, determinaron su acercamiento al naturalismo.
Jueves 10 de marzo, 19.00 h
Entre gitanos, toreros y poetas. Figuras y modelos en la obra de Ignacio Zuloaga
Javier Novo González. Coordinador de Conservación e Investigación del museo
Ignacio Zuloaga consolidó su carrera artística gracias a la representación descarnada de figuras populares y mundanas de su tiempo en diversos roles: personajes del mundo taurino o eclesiástico, poetas, brujas o prostitutas. Con todos estos modelos el artista suscitó amplias polémicas en España, a la vez que cosechaba enormes éxitos en el ámbito internacional.
Jueves 17 de marzo, 19.00 h
Vida y obra de Benito Barrueta (1873-1953)
Andone Narváez Gofinondo. Investigadora especialista en Benito Barrueta
Dotado de gran talento, Barrueta se caracterizó por imprimir en sus lienzos un aura de intimismo y armonía cromática. En su obra predominan las escenas domésticas y los paisajes cercanos, que plasmó con exquisita delicadeza. Esta conferencia dará a conocer aspectos hasta ahora desconocidos de la vida y la obra del pintor bermeano.
Auditorio, 19.00 h
Entrada gratuita en www.museobilbao.com y en la taquilla del museo desde el 8 de febrero