Paisaje de Echévarri - Museo de Bellas Artes de Bilbao

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Paisaje de Echévarri

Guiard, Adolfo

Bilbao, 10/04/1860 - Bilbao, 08/03/1916

Óleo sobre tabla

48,2 x 96 x 31,8 cm

1886

Final de siglo XIX

91/487

Donación de don Jesús Alejandre Guiard en 1991

Esta atípica pintura fue realizada por Guiard, según la memoria familiar, nada más llegar de París. Esa misma memoria puntualizaba que el paisaje representado era el de un punto del río Nervión a su paso por el municipio de Etxebarri (Bizkaia). Lo atípico del trabajo reside, como es natural, en el soporte utilizado, un armario para objetos pequeños, tipo tocador, con dos tapas frontales que se abren hacia los lados. Estas portezuelas contienen sendos rectángulos interiores, rehundidos, en los que el artista centró la acción pictórica más detallada. Sin embargo, todo el frontal restante del mueble, esto es, los marcos de las portezuelas y el marco-bastidor general, recibieron un tratamiento pictórico, si bien más puntual y sintetizado.

Los dos tableros de las tapas representan un semejante asunto: el curso fluvial de unas aguas contemplado desde su ribera con presencia de delgados árboles nacientes al borde mismo del río o, incluso, en pequeñas islas de tierra rodeadas ppor el discurrir de la corriente acuosa. El resto del frontal recibe, en los extremos laterales, sobre los goznes de las tapas, el tratamiento de algunos arbolillos delgados con pequeñas ramas y hojas, casi unos arbustos floridos, y, en el centro, donde se unen las tapas, un potente y sinuoso tronco de árbol del cual quedan fuera de la vista tanto su arranque como su copa, excepto un par de ramas. El tronco central funciona como un marcado primer término y dota de profundidad a las escenas fluviales propiamente dichas. Además, añade un componente de atrevimiento a la intervención pictórica que, de haberse restringido a los dos recuadros interiores, hubiese resultado un tanto anecdótica y banalizada.

Este trabajo es absolutamente deudor de los paisajes pintados al borde del Sena por el artista durante los años precedentes en París. Riberas, parques, plataformas sobre el río, estanques... constituyeron uno de los grupos temáticos más recurrentes en Guiard, junto con el de los edificios suburbiales y las escenas de café, como ya se ha apuntado al comentar una pintura de estas últimas.

En esta obra, como en las semejantes parisinas, Guiard se muestra influido por aquellos a quienes admiró en la capital francesa, el Pissarro de la década de 1860 pintando en la desembocadura del Sena y que le hizo exclamar que el Sena ensanchado da un horizonte delicioso a esas oleadas de verdor, lo que coincide con el formato sumamente apaisado que utilizaba Guiard, como para dar mayor entrada al horizonte, o el Corot tardío que unos pocos años antes había trabajado las riberas fluviales en Auvers-sur-Oise, o el Gauguin que a mediados de los años setenta pinta la nevada ribera del Sena junto al puente de Iéna.

El tratamiento del color, por su parte, también sigue la fuerte tendencia hacia los ocres y verdes apagados que cultivara los años precedentes, muy cercano al cromatismo y tratamiento de árboles que Cézanne aplicó en 1885-1887, por ejemplo, a Lallée des marronniers au Jas de Bouffan. Son colores sin brillo, pero bien entonados en armonías y sin muchos retoques. Es una pintura austera y delgada que se avenía muy bien a ser trabajada sobre tabla, más que sobre tela, debido a la delgadez y escasa materialidad para adherirse, lo cual siempre ha dado dolores de cabeza a los restauradores de sus pinturas.

Años más tarde, ya en otra situación personal y artística, Guiard obtendría un alto rendimiento a los ramajes y troncos arbóreos, logrando plasticidades sorprendentes por su dinamismo, cercanía a la abstracción y lirismo, tanto cuando abordaba gruesos, secos y leñosos troncos como cuando miraba a los delicados, estilizados y jóvenes manzanos en flor, de tan fuerte raigambre japonesa. Por supuesto, las riberas silvestres de París y Etxebarri encontrarían más tarde un formidable sustituto en las riberas del Bajo Nervión, pero no para ver los delgados árboles crecer en ellas, sino para detenerse en la observación de sus recientes habitantes, los mástiles, las chimeneas y las barcazas. (Javier González de Durana)

Bibliografía seleccionada

  • Anselmo Guinea y Adolfo Guiard [Cat. exp.]. Bilbao, Banco de Bilbao, 1980. p. 50, n° cat. 7.
  • Pintores y escultores vascos de ayer, hoy y mañana. Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, vol. XXIV, 1982. p. 189.
  • González de Durana, Javier. Adolfo Guiard : estudio biográfico, análisis estético, catalogación de su obra [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao ; Caja de Ahorros Vizcaina, 1984. pp. 36, 125, 199, n° cat. 55.
  • De Goya a Gauguin : el siglo XIX en el Museo de Bellas Artes de Bilbao [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2008. pp. 453-455, n° cat. 98.
  • Arte japonés y japonismo [Cat. exp.]. Bilbao, Bilboko Arte Ederren Museoa-Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2014. p. 84, il.