Paisaje con mujer con cántaro en la cabeza - Museo de Bellas Artes de Bilbao

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Paisaje con mujer con cántaro en la cabeza

Guiard, Adolfo

Bilbao, 10/04/1860 - Bilbao, 08/03/1916

Óleo sobre lienzo

16 x 25,4 cm

guiard (ángulo inferior izquierdo)

1900

Primer decenio de siglo XX

82/34

Donación de don Alberto Aznar en 1924

En torno al año 1900 Guiard residió algunas temporadas intermitentes entre Sopelana, Plentzia y Gorliz, todos ellos en Bizkaia. Allí se produjo su particular descubrimiento del mar abierto y realizó algunas pinturas en las que, con una mirada frontal, recogía una franja de arena, abajo, una franja de mar, en el medio, y una franja de cielo, arriba, sin nada más (quizás alguna evanescente nube), en una suerte de apoteosis colorística en la que todo objeto superfluo, o sea, cualquier objeto, era prescindible y, por tanto, prescindido. Estas marinas estaban interferidas, a veces por el resplandor del sol, a veces por diminutas gotas de agua suspendidas en el aire, que difuminaban los bordes o encuentros entre arena y mar, y entre mar y cielo, empastando lo contemplado y unificando lo diverso.

Algo semejante a lo que sucede con este paisaje del interior de Gorliz. Una mujer en el centro del cuadro se dirige hacia el observador, caminando entre praderas y portando sobre la ccabeza un cántaro que sujeta con su mano derecha. Tras ella se despliega un valle, por el que discurre la ría de Plentzia, vista fragmentariamente, entre laderas de lomas y herbazales. La luz es como de atardecer, baja, pero inunda la escena, haciéndola vibrar. La luminosidad es tal que la mujer, contemplada a contraluz, no se reconoce. No se aprecia su fisonomía y tan sólo el perfil de su figura resalta más o menos claro. Se trata de una mirada impresionista. El artista capta un instante de luz, un momento invisible para otras miradas, un segundo de casi-no-acción, el movimiento fugaz de una persona sin nombre, la reverberación del calor en el aire..., una impresión que impacta en el cerebro a través de los ojos y que cuando se quiere retener para volverla a pensar... ya no está.

Las reducidas dimensiones de esta tablilla tienen que ver con la necesidad y la comodidad. Guiard, con otros impresionistas, pintaba al aire libre, captaba estas escenas en la realidad situada a su alrededor. Pero, así como otros pintores semejantes a él portaban un tingladillo compuesto por caballete, maleta de pinturas, lienzo enmarcado, silla, parasol y toda la parafernalia adecuada, Guiard con frecuencia sólo llevaba tablitas que le cabían en el bolsillo de la chaqueta y un estuche con una mínima provisión de pinturas y pinceles, diminutos, como la tabla. Sentado sobre la campa, sujetando la tabla con la mano izquierda y empuñando el pincel con la derecha, no necesitaba más. Pintura instantánea de una tarde calurosa de verano de hace más de un siglo que hoy volvemos a sentir como si la hubiésemos vivido en algún momento de nuestra existencia, una tarde tumbados en una campa con la brisa cálida en la cara y el sonido de la naturaleza zumbando sordamente alrededor.

Como ya se ha apuntado en otro lugar, la madera era un soporte más adecuado para las finas capas de pintura que Guiard aplicaba, mejor que la superficie del lienzo. Sea como fuere, en esta deliciosa pinturita el artista aplicó una cierta y relativa densidad matérica (depósitos de óleo con cada toque del pequeño pincel), con lo que lograba acentuar la sensación de vibración espacial.

Guiard, con la misma prontitud con que realizaba estas pinturas, las regalaba. Debió hacer centenares de ellas, así como dibujos con lápices de colores en hojas de cuaderno, que luego abarrotaban sus bolsillos. El encuentro con amigos y conocidos daba salida a este caudal artístico cuya pista, lógicamente, resulta muy difícil de seguir hoy. Precisamente, el primer propietario de esta tablita, Alberto Aznar, era un estrecho amigo de Guiard (y socio empresarial de Ramón de la Sota, otro amigo del pintor), a quien éste obsequiaba con abundancia piezas de este tipo; Aznar, más tarde, regaló esta pintura al Museo de Bellas Artes de Bilbao, pero sus descendientes conservan otras pinturas semejantes. Dada la natural incompetencia del pintor para los asuntos económicos que le concernían, en el caso de su amigos ricos e influyentes no cabe descartar que Guiard pagara favores y otras ayudas con estos regalos. [Javier González de Durana, 2008]

Bibliografía seleccionada

  • Bengoechea, Javier de. Catálogo de arte moderno y contemporáneo del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Bilbao, Banco de Vizcaya, 1980. p. 61. (Con el título Paisaje).
  • Castañer López, Xesqui. "Iconografía de la mujer en los pintores vascos, siglos XIX y XX", Kobie : bellas artes, n° 2. 1984. p. 112.
  • González de Durana, Javier. Adolfo Guiard : estudio biográfico, análisis estético, catalogación de su obra [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao ; Caja de Ahorros Vizcaina , 1984. n° cat. 106.
  • Arana Martija, José Antonio. Eresoinka : embajada cultural vasca, 1937-1939. Vitoria-Gasteiz, Gobierno Vasco = Eusko Jaurlaritza, 1986.
  • De Goya a Gauguin : el siglo XIX en el Museo de Bellas Artes de Bilbao [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2008. pp. 466-468, n° cat. 102. (Con el título Paisaje con mujer con cántaro en la cabeza)