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Aquellas flores que referenciaba Virginia Woolf forman ya parte del imaginario cultural social, funcionando como una metáfora de la propia vida (con un esplendor colorido abocado a marchitarse). Algo de lo que el escritor Michel Cunningham supo hacerse eco en su novela Las Horas, rescatando la esencia de la señora Dalloway y sus temas centrales, tales como la bisexualidad, el feminismo o la sensibilidad artística.

Las flores también impregnan otra de las principales novelas de Woolf: Orlando. En esta ocasión, la escritora ponía el foco en el proceso de construcción de la identidad y la diversidad de género del protagonista, convirtiendo este relato en una alegoría poética que llega a nuestros días con claras resonancias en torno a lo queer.

Juan de Arellano también eligió sus propias flores para componer su canastilla: rosas blancas o rosadas, tulipanes veteados, anémonas azules y rojas, narcisos amarillos, jacintos azules y un iris o lirio blanco. Precisamente, serán estas flores (y otros materiales y referencias) las que permitirán a los asistentes activar su creatividad para, después, abrir un espacio a la escritura de microrrelatos.