"Es como si el retratado me observara desde el siglo XIX"

Bryan Harrison, de Sidney (Australia), contempla el retrato de Pierre Hippolyate Eyquem de MadraZO

Un reportaje de Maite Redondo   |   Foto: José Mari Martínez
Sábado, 29 de septiembre de 2018

Desde Sydney directo al Guggenheim y al Bellas Artes de Bilbao. Bryam Adams, que pasó siete días en Euskadi este verano, miraba directamente el retrato que Federico de Madrazo realizó a Pierre Hippolyte Eyquem. "Es como si él me mirara a mí también", aseguró mientras se preguntaba quién fue ese caballero del siglo XIX, de cabello y ojos castaños, frente despejada, nariz ancha, rostro oval y piel morena, que le impresionó tanto. "Es realmente impactante, admiro a este pintor, ha sabido captar el alma del retratado. Me intriga mucho su mirada".

Bryan Adams, visitante australiano A Bryan Adams el cuadro le ha llevado a buscar información sobre Pierre Hippolyte en el catálogo del museo. "Yo diría que tenía unos cincuenta y cinco años aproximadamente", especuló. Y acertó. Este hombre de negocios de Burdeos posó para el hijo del pintor neoclásico José de Madrazo durante su estancia en Madrid. El pintor le regaló su retrato, según dejó apuntado en su documentación personal, como hacía a veces con sus compromisos amistosos o con las personas más cercanas de su familia.

Retratado de busto corto, sin manos, la cuidada iluminación enfatiza su expresiva mirada. Federico de Madrazo está considerado como el mejor retratista español de la segunda mitad del siglo XIX.

Federico De Madrazo
Retrato de Pierre Hippolyte Eyquem, 1854
Pertenece a una estirpe de artistas, siendo el de los De Madrazo un caso raro, tal vez único en la historia de la pintura. La dinastía comienza con José de Madrazo (Santander, 1781- Madrid, 1859), patriarca de la estirpe, que ejerció como director del Museo del Prado (1819) y como profesor de la Academia de San Fernando. De él, el museo posee Retrato del cardenal Francisco Gardoqui, un lienzo que representa al religioso vizcaíno, y que fue encargado por el Ayuntamiento de Bilbao para celebrar su nombramiento como cardenal.

Al igual que su padre, Federico de Madrazo retrató a lo más granado de la aristocracia e intelectualidad de la Corte. La pinacoteca cuenta con tres de sus retratos: el de Hippolyte Eyquem, el de Agustín de Obieta (1852) y el de la condesa de Bernar, que el artista pintó en 1857.

Su hijo Raimundo, cuñado del no menos famoso Mariano Fortuny, residió en París gran parte de su vida, donde se casó con su prima Eugenia de Ochoa, fallecida tras el nacimiento de su único hijo Federico, conocido como Cocó, quien también destacó como pintor. Está considerado uno de los más consumados retratistas de su generación y un digno sucesor de su padre Federico.

En la colección del Bellas Artes se encuentran sus Retrato de dama en azul (1897), Joven dama en un jardín (1900) y el Retrato de Federico de Madrazo pintando (1875). De su hermano Ricardo (Madrid, 1851 - 1917), el museo cuenta en su colección con el Retrato de Juan de Barroeta (1884).