"Más que una naturaleza muerta esta obra de Echevarría es un rincón vivo"

Marta Mercadal, del Bellas Artes, destaca 'Florero con plátanos, limones y libros' del artista bilbaino
Un reportaje de Maite Redondo | Foto: José Mari Martínez
Miércoles, 26 de septiembre de 2018
"Los colores de este bodegón de Juan de Echevarría, sus azules, amarillos, malvas... me transmiten serenidad, alegría. Más que una naturaleza muerta habría que decir que es un rincón vivo", explica Marta Mercadal, responsable de Atención al visitante del Bellas Artes de Bilbao, que confiesa que esta obra del artista bilbaíno es su preferida dentro de la colección del Bellas Artes de Bilbao.
Marta Mercadal, responsable de Atención al visitante del museoMarta Mercadal lleva trabajando más de 20 años en la pinacoteca, la ha visto evolucionar, crecer con la última ampliación, ampliar su colección con nuevas obras, hasta convertirse en lo que es en la actualidad. Y Florero con plátanos, limones y libros le ha parecido casi hipnótico. "Siempre me he parado ante esta obra de Juan de Echevarría. He visto cientos de veces este cuadro y siempre me impresiona: El tapete en el que casi se aprecia hasta las puntadas, el jarrón con los crisantemos y los pensamientos, entre otras flores, el florero con limones... Alrededor de ellos aparecen libros, con frutas y telas bordadas... Incluso se puede ver cómo en la pared, que también está decorada con motivos florales, hay colgada una lámina".
Juan de Echevarría
Florero con plátanos, limones y libros,c. 1917 La pintura de Juan de Echevarría está fuertemente influenciada por la composición gaugueniana y el cromatismo fauve, algo común en el ambiente francés del que formó parte y en el panorama artístico del País Vasco, a partir de la influencia de Adolfo Guiard. Son abundantes las naturalezas muertas y los paisajes en la obra pictórica del pintor vasco.
Como aseguraba Ramón Gómez de la Serna, "en estos rincones de objetos, flores y libros estaba Juan de Echevarría, abstraído en reposo, acodado horas y horas pensando en el secreto del arte y de la vida, sin apremios económicos, dedicado a la dedicación pura de su alquimia de pintor. No olvidaré la sensación que producían sus cuadros, como si fuesen regalos altruistas, confesionarios benévolos, finales de viaje".
Aunque se formó como ingeniero industrial, Echevarría (Bilbao, 1875-Madrid, 1931) decidió convertirse en pintor en 1902. En esa época, el País vasco y Catalunya alentaban una modernidad atemperada importada necesariamente de París, y Echevarría, primogénito de un gran industrial bilbaíno, era seguramente el artista de formación más cosmopolita (Francia, Inglaterra, Alemania, Inglaterra), donde descubrió la obra de Cezanne, Gauguin y Van Gaugh.